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El Huevo Del Cuco

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Clifford Stoll<br />

<strong>El</strong> <strong>Huevo</strong> <strong>Del</strong> <strong>Cuco</strong><br />

Tardaría seis meses en seguir aquella pista, pero mi primer paso consistió en averiguar que<br />

la conexión se hacía desde el exterior de nuestro edificio. Sospechaba que alguien utilizaba<br />

un modem, conectado a la línea telefónica, aunque también cabía la posibilidad de que se<br />

hiciera desde el interior del laboratorio. A lo largo de los años se habían conectado más de<br />

quinientas terminales y la única persona que llevaba el control era Paul Murray. Con un<br />

poco de suerte, las conexiones de nuestro hardware casero estarían mejor documentadas<br />

que las del software de contabilidad.<br />

Paul es un reservado técnico de hardware que se oculta entre montones de cable telefónico.<br />

Le encontré tras unos cuadros electrónicos conectando un detector de partículas a la red de<br />

conexiones del laboratorio. La red de conexiones consiste en una serie de mangueras<br />

electrónicas que conectan centenares de pequeños ordenadores. Varios kilómetros de<br />

mangueras electrónicas de color naranja serpenteaban por nuestro laboratorio y Paul las<br />

conocía centímetro a centímetro.<br />

Después de maldecirme por haberle sorprendido soldando un cable, se negó a facilitarme<br />

cualquier ayuda, antes de demostrarle que tenía una necesidad legítima de conocer la<br />

información que solicitaba. ¡Maldita sea! Los técnicos de hardware desconocen los<br />

problemas de software y los expertos en software no saben nada de hardware.<br />

Muchos años de radioaficionado me habían permitido aprender a soldar, por lo que Paul y<br />

yo teníamos por lo menos algo en común. Cogí su soldador de repuesto y, a regañadientes,<br />

acabé por ganarme su respeto, después de varios minutos quemándome los dedos y<br />

forzando la vista. Por fin decidió salir del laberinto de mangueras, para mostrarme el<br />

cuadro de comunicaciones del laboratorio.<br />

En esta sala de cables, los teléfonos, intercomunicado-res, radios y ordenadores estaban<br />

todos interconectados a través de montones de mangueras, cables, fibra óptica y cuadros.<br />

<strong>El</strong> sospechoso tt23 entraba en esta sala y un ordenador secundario lo conectaba a una de las<br />

mil terminales posibles. A cualquiera que llamara a nuestro laboratorio se le asignaba al<br />

azar una terminal del Unix. La próxima vez que detectara a un personaje sospechoso<br />

tendría que ir corriendo a la sala de conexiones y localizar la conexión mediante el<br />

ordenador de la centralita. Si desaparecía antes de que pudiera localizarlo, tendría que<br />

resignarme. Y aunque lo lograra, lo único que sabría sería cuáles eran los cables a través de<br />

los que se introducía en el laboratorio. Seguiría estando muy lejos del hacker.<br />

La suerte quiso, sin embargo, que la conexión del mediodía hubiera dejado ciertas huellas.<br />

Paul había estado recopilando datos estadísticos sobre la cantidad de gente que utilizaba la<br />

sala de conexiones. Afortunadamente había grabado los números de terminal de cada una<br />

de las conexiones durante el último mes. Puesto que sabía la hora de la conexión de<br />

Sventek en la terminal tt23, podíamos averiguar de dónde procedía. En la impresión de la<br />

estadística aparecía una conexión de un minuto de 1 200 bauds a las 12,33.<br />

¿1 200 bauds? Esto era significativo. Los bauds miden la velocidad con que fluye la<br />

información por una línea determinada. Y 1200 bauds significaba 120 caracteres por<br />

segundo; es decir, unas cuantas páginas de texto por minuto.<br />

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