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Tiempos_para_pensar_TOMO1

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víctor pineda<br />

será desarrollado y justificado más adelante, pero antes abordaremos la<br />

cuestión del espacio político y sus dinámicas.<br />

espacio (de lo) político<br />

Estos dos colectivos políticos hacían vida en espacios determinados<br />

y diversos. Para el siguiente punto tomaré en cuenta únicamente<br />

los espacios donde se realizaban las reuniones y asambleas. En efecto,<br />

estos espacios eran “espacios de lo político”, pero no tan ritualizados<br />

como los estudiados por Marc Abélès (1983). Eran más bien espacios<br />

donde gracias a una observación detallada de las dinámicas que ahí se<br />

producían, se podía observar lo político, logrando atravesar las cortinas<br />

tejidas por los discursos formateados y homogeneizados por el sentido<br />

común y la opinión pública.<br />

Uno de los elementos remarcables que se manifestaba a través del<br />

espacio era la voluntad de hacer o encontrar un espacio donde se pudiera<br />

poner en práctica, de manera óptima, el ejercicio de alcanzar un mejor<br />

horizonte de vida. Que los primeros involucrados en formar una comuna<br />

hayan decido pasar de las reuniones “en la sala de la casa de alguien”,<br />

como me dijo Diola, a tener un salón de clases en el Inces de la parroquia,<br />

demuestra la voluntad de ejercer en un espacio más adecuado. Como lo<br />

explica Jean-Philippe Heurtin (2003), los espacios físicos y su disposición<br />

contienen más que un hecho material. Durante los primeros años de<br />

la Revolución Francesa, la reflexión sobre cómo se debía construir la<br />

Asamblea Nacional no obedecía a caprichos individuales. Era una reflexión<br />

moral y política que buscaba encontrar el espacio más ideal y que<br />

representara más fielmente los valores de la igualdad, la democracia y la<br />

libertad. Así, la materialización de la Asamblea Nacional en un hemiciclo<br />

no es una casualidad: es la materialización de un espacio que debe ser<br />

traductor del espíritu democrático, donde todos puedan ver y ser vistos,<br />

oír y ser oídos.<br />

Además, era en estos espacios y momentos de reuniones de la comuna<br />

donde elementos muy banales como los saludos hacían ver relaciones<br />

de autoridad entre los participantes. Los saludos que se hacían (o no se<br />

hacían) así como las reacciones (o las indiferencias) a estos no eran solamente<br />

normas de cortesía. Como lo señala Philippe Erikson (2000) los<br />

saludos pueden contener fuertes cargas simbólicas y rituales. Aunque en<br />

los casos presentados en este texto no había una carga cosmológica tan<br />

fuerte como en el caso Yanomami estudiado por Erikson, los saludos sí<br />

representaban una manera de hacer notar también la falta de compromiso<br />

de una persona, su poca participación (“mija, ¿estabas de vacaciones?”)<br />

o la recurrencia de sus retrasos (“¿te quedaste dormido?”).<br />

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