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Tiempos_para_pensar_TOMO1

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maría báez<br />

posible sentirme mujer y tener un cuerpo de hombre? ¿Soy una aberración? ¿Tengo<br />

derecho a existir? Son algunas preguntas que aparecen con frecuencia cuando empezamos<br />

a escuchar sus narrativas.<br />

De acuerdo con Miguel Kottow (2005), la transexualidad se ha convertido<br />

en asunto de bioética, a medida que la medicina desarrolló las<br />

competencias quirúrgicas para intervenir en la transexualidad y adaptar<br />

los órganos genitales a la identidad sexual. El dilema ético de la transexualidad<br />

fue construido a lo largo de tres ejes, los mismos obedecen a<br />

preguntas reflexivas como: ¿acaso efectivamente existe la transexualidad<br />

genuina?, ¿es legítima la intervención quirúrgica en casos en que los<br />

padecimientos sean predominantemente psicológicos y sociales? Y por<br />

último, ¿puede la medicina justificar la audacia quirúrgicamente y<br />

remodelar la anatomía que biológicamente es normal aunque rechazada<br />

por los transexuales como aberrantes? Estos preceptos bioéticos contrastan<br />

significativamente con los sentimientos plasmados en la narrativa<br />

anterior, en donde no se ve al sujeto sino a un objeto de evaluación.<br />

La salud pública no puede servir de agente regulador de la moralidad,<br />

así como tampoco su función reside en apoyar la sanción jurídica de<br />

prácticas sexuales sólo porque la sociedad o un segmento significativo<br />

de ella las mira con desconfianza o disgusto. Su tarea se circunscribe<br />

a regular prácticas sexuales en la medida en que con ello previene<br />

enfermedades. Ya la promoción de salud sexual entra en un terreno<br />

demasiado polémico y cargado de valores diversos para ser abordado en<br />

forma ecuánime por un organismo gubernamental.<br />

Sin embargo, estas regulaciones “morales” se evidencian en la práctica<br />

diaria de los sistemas de salud. Esto se puede evidenciar en manifiestos<br />

que adversan y refutan los argumentos DSM-IV y CIE-10.<br />

Con “psiquiatrización” nombramos la práctica de definir y tratar la transexualidad<br />

bajo el estatuto de trastorno mental. Nos referimos, también, a la confusión de<br />

identidades y cuerpos no normativos (situados fuera del orden cultural dominante)<br />

con identidades y cuerpos patológicos. La psiquiatrización relega a las instituciones<br />

médico-psiquiátricas el control sobre las identidades de género. La práctica oficial<br />

de dichas instituciones, motivada por intereses estatales, religiosos, económicos y<br />

políticos, trabaja sobre los cuerpos de las personas amparando y reproduciendo<br />

el binomio de hombre y mujer, haciendo pasar esta postura excluyente por una<br />

realidad natural y “verdadera”. Dicho binomio, presupone la existencia única de<br />

dos cuerpos (hombre o mujer) y asocia un comportamiento específico a cada uno<br />

de ellos (masculino o femenino), a la par que tradicionalmente ha considerado la<br />

heterosexualidad como la única relación posible entre ellos. Hoy, denunciando este<br />

paradigma, que ha utilizado el argumento de la biología y la naturaleza como justificación<br />

del orden social vigente, evidenciamos sus efectos sociales para poner fin a<br />

sus pretensiones políticas.<br />

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