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Tiempos_para_pensar_TOMO1

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Tiempos para pensar modelo productivo y alternativas al desarrollo<br />

en 2007. Debido a tal coincidencia, estas crisis han sido explicadas por<br />

los defensores del capitalismo como resultado de los excesos imprudentes<br />

de algunos operadores de esos mercados financieros y bursátiles: la causa de<br />

las crisis no estaría en la naturaleza del sistema sino en la «exuberancia<br />

irracional» de algunos (Greenspan, 1996). Pero esa clase de explicaciones<br />

mistifica y oculta la verdadera naturaleza del sistema. Al fin y al cabo, los<br />

mercados financieros y bursátiles, debajo de toda la especulación que les<br />

es propia y pese a su relativa autonomía, están vinculados a la economía<br />

real (o sea, la producción efectiva de bienes y servicios) y su salud está<br />

condicionada, en el último análisis, por la de ésta.<br />

Si una burbuja especulativa deja de ser sostenible, ello se debe en<br />

definitiva a que ha llegado a hacerse insalvable la brecha entre los<br />

mercados financieros y bursátiles y su contraparte en la economía real,<br />

comúnmente porque esta última ha entrado en fase recesiva. En otras<br />

palabras, en general no es el desplome de las bolsas el que causa la crisis<br />

económica, sino al revés.<br />

concentración de capitales<br />

La tendencia a la concentración del capital en manos de cada vez menos<br />

empresarios, que fue identificada hace ya más de 160 años por Marx<br />

como inherente al sistema capitalista, conduce tarde o temprano a la monopolización<br />

de la economía. Y esta creciente concentración del poder<br />

económico en círculos relativamente reducidos confiere a éstos, inevitablemente,<br />

una influencia desmedida en la vida general de la sociedad,<br />

lo que a su vez resulta en la concentración del poder político en esas<br />

mismas manos. De manera que el capitalismo es, por naturaleza, opuesto<br />

al desarrollo pleno de las formas más avanzadas de la democracia. Sin<br />

embargo, la versión difundida por los propagandistas del sistema (y generalmente<br />

aceptada por las mayorías populares en todo el mundo) expone<br />

exactamente lo contrario, haciendo uso de un hábil sofisma: el capitalismo<br />

promueve la libertad económica y la libre empresa, por lo tanto<br />

este sistema promueve «la» libertad en general. En consecuencia –dicen estos<br />

teóricos– el capitalismo es sinónimo de democracia y cualquier intento<br />

de combatirlo es sinónimo de totalitarismo.<br />

Pero el hecho es que la «libertad económica» que el capitalismo<br />

promueve conduce inexorablemente, «libre competencia» de por medio,<br />

a que las «libres empresas» más pequeñas sean devoradas por las más<br />

grandes, con el resultado de que estas últimas llegan a ser cada vez<br />

más poderosas. Tal es la lógica fundamental del capitalismo, que tiende<br />

hacia la espiral de la monopolización y al fin de la pregonada libertad.<br />

Reconociendo de manera implícita la validez de este argumento, los<br />

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