Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

cuales fueron los motivos que impulsaron la expansión colonial de finales
del siglo XIX.
Desde el punto de vista económico, dos aspectos en los que se centra
buena parte de la historiografía para justificar la expansión colonial son
las necesidades comerciales y la necesidad de inversión de capital. Para el
caso del “imperialismo comercial” se considera que la causa del
expansionismo europeo fue la búsqueda de unos mercados susceptibles
tanto de recibir productos de la metrópoli como de facilitar la provisión de
primeras materias para la industria. Este fenómeno se desarrolló en la
segunda mitad del siglo XIX, con la implantación del capitalismo
monopolista, cuando las industrias ya no podían subsistir sin los mercados
exteriores, porque el mercado de los países industrializados no absorbía la
elevada producción. Las crisis de 1873, 1882 y 1890 empeoraron este
hecho, provocando un cambio en la política económica que consistió en
abandonar el “libre cambio” y sustituirlo por una política de tipo
proteccionista. Esto hizo indispensable poder disponer de mercados y de
recursos en otras zonas del mundo; por tanto, los países industrializados
tuvieron que dirigirse a áreas no explotadas (Asia, África, Latinoamérica).
Una vez colonizado el país extranjero, ya quedaba asegurado para el
colonizador un mercado sin intromisiones ni competencias.
El segundo aspecto para justificar la expansión colonial, desde el punto de
vista económico, es el conocido como “imperialismo financiero” que
considera como causa de la expansión colonial la necesidad de buscar
nuevos territorios donde invertir los excedentes europeos de capital. La
historiografía se refiere con ello al hecho de que con la llegada de la fase
monopolística del capitalismo financiero en Europa, la metrópoli se
encuentra con unas expectativas de beneficio limitadas, por lo que los
capitalistas buscan otros lugares del mundo donde sus inversiones sean
más rentables y los encuentra en donde había materias abundantes para
explotar y donde la mano de obra no europea podía ser contratada por
salarios muy bajos.
La adquisición de un territorio, su confirmación como colonia y su
inclusión en el sistema imperial metropolitano se realizaba, generalmente,
en dos fases sucesivas. La primera consistía en la exploración y conquista
del territorio. A menudo, eran los comerciantes y misioneros los que
tomaban la iniciativa de la exploración de una zona. Las noticias que
daban eran confirmadas por exploradores profesionales al servicio de
sociedades científicas o de determinados gobiernos (como el caso del
explorador Stanley, que se tratará más adelante). Una vez explorado el
territorio, la conquista militar era relativamente fácil, dada la superioridad
militar y técnica de la metrópoli. Para realizar las incursiones sobre el
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