Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

grandes corruptoras de la inocencia y bondad naturales del hombre, de los
que los primitivos, por estar alejados de las formas de organización
política, estarían alejados. De la obra de Rousseau dijo Voltaire que era un
libro contra el género humano, que cuando se lee entran ganas de andar a
cuatro patas. Sin embargo, en esta obra y en las siguientes, Rousseau
analiza el tránsito del hipotético estado primigenio de la naturaleza al
“estado social” como una degeneración (no un progreso) producto de las
desigualdades sociales que surgen con la propiedad privada, el derecho
para protegerla y la autoridad para que se cumpla ese derecho.
Rousseau se inspira para sus teorías en el mito del buen salvaje, un
hombre fuerte, virtuoso y simple que vive alejado de la civilización y que
se encuentra todavía en una forma de vida en los inicios del mundo
cercanos al paraíso. Este mito de la literatura europea del siglo XVI,
alimentado por las noticias y narraciones de los descubridores, también
sirve de soporte para una teoría de la felicidad alcanzable por un retorno a
la vida y la religión naturales. En el período de la Ilustración, Rousseau
señala a “la propiedad” como uno de los males que sufre la sociedad
occidental y del que las sociedades primitivas se encuentran alejadas, ya
que carecen de los sistemas de posesión de bienes, por lo que volviendo al
“estado de naturaleza” el hombre recuperaría su bondad y la sociedad su
orden.
En la literatura de viajes, como las crónicas del comandante Bouganville o
las del capitán Cook, se remarca que los “buenos salvajes” son seres que
no conocen el trabajo o la propiedad privada, y en aquel entorno
paradisíaco, todo es de todos: “C’est le seul coin de terre où habitent des
hommes sans vice, sans préjugé, sans besoin, sans dissension. [...] Ils ne
connaissent d’autres dieux que l’amour”. 52 Las narraciones de estos
personajes acostumbran a realizar descripciones de tono fantástico, muy
aproximadas a los lugares de la mitología occidental como la Arcadia, o el
jardín del Edén. El comandante Bouganville, en su viaje a las Islas
Salomón, llega a nombrar a una de las islas donde desembarca Nueva
Citerea (actual Tahití), 53 como si de la paradisíaca isla griega se tratara:
Hemos ido varias veces mi segundo y yo a pasearnos en el interior
de la isla. Me creía transportado al jardín del Edén; recorríamos una
llanura de césped llena de hermosos árboles frutales y cortada por
riachuelos que mantienen una frescura deliciosa sin ninguno de los
inconvenientes que la humedad trae consigo. Un pueblo numeroso goza
52 Louis Antoine de Bouganville en 1768, citado en BOULAY, Roger (ed.),
Kannibals e vahinés, imagerie des mers du sud, París: Réunion des Músees
Nationaux, 2001, p. 18.
53 Según la mitología griega, Afrodita nace en la isla Citera del Mediterráneo. En
el rococó la isla de Citerea simbolizó la tierra de la libertad y el amor.
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