Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

para el caso que nos ocupa, gracias a la atracción artística que generó la
vanguardia hacia “lo primitivo”, sumado al hecho de la exhibición de
indígenas en las exposiciones, la apropación cultural europea de “lo
salvaje” y “lo exótico” resultó un ejercicio de mediación colonial que, en
última instancia, reforzó la sensación política y cultural de Occidente
como potencia dominante.
España, aun el déficit referido en materia colonial, se apuntó pronto a la
moda expositiva de los países europeos y celebra en Madrid en 1887 un
evento dedicado al archipiélago filipino. El hecho expositivo, la muestra
de lo colonial y de los nativos filipinos en el contexto de este certámen
contribuye a fijar entre el gran público el conocimiento sobre las
posesiones españolas en territorio de ultramar y ayuda a legitimar el hecho
colonial, así como a construir una imagen sobre la identidad social de
Filipinas en la metrópoli. Sin embargo un año después, cuando se celebra
en Barcelona la Exposición Universal, la presencia de lo colonial queda
relegada a menos de la mitad de todo un pabellón que se había construido
para exhibir los productos y muestras procedentes de las colonias
españolas. En la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 lo
colonial desaparece totalmente. En cambio, en la Exposición
Iberoamericana de Sevilla celebrada en el mismo año se construye una
sección colonial en un último intento por destacar los territorios coloniales
en el contexto de la Dictadura de Primo de Rivera que, entre sus objetivos,
pretendía recuperar el mancillado orgullo nacional por las pérdidas de
1898.
En lo que se refiere a la exhibición de personas recordemos que este
hecho participa, tal y como se desarrolló en los capítulos tercero y cuarto,
de la evolución de los contenidos que se produce en poco tiempo en el
panorama de las exposiciones. Partiendo de la Exposición de Londres en
1851 en donde sólo se presentan unos pocos objetos etnográficos, al
impulso de la construcción de recintos que reproducían el hábitat típico de
poblados originales en lugares exóticos, hasta lograr la exhibición de sus
propios habitantes. Asimismo, es necesario apuntar que el punto de
partida para la construcción de estos dioramas lo debemos a la Exposición
Universal de Francia celebrada en París en 1867. Sin embargo, este
modelo no parece consolidarse hasta 1878 cuando en la Exposición
Universal de París se construye la exitosa Rue des nations. Será a partir de
esta última fecha cuando esta tipología de instalación se reproducirá
también en España a través de las construcciones igorrotes de los nativos
filipinos y el Bahay de la Compañía de Tabacos en la Exposición de
Filipinas de Madrid (1887) y en Barcelona (1888), el Pueblo Español de
Barcelona de 1929, el Barrio Moro de la Exposición Iberoamericana de
Sevilla (1929), el Pueblo Oriental en la Exposición Internacional (1929)…
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