Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

poco alejadas de la pasada “gloria imperial” del país. Por tanto, teniendo
Sevilla como tema “la Historia”, parece que el pasado colonial español
fuera más fácilmente justificable en la capital hispalense. Además, la de
Sevilla fue una exposición “Iberoamericana” que tuvo invitados a un buen
número de países de sur de América. De este modo la Exposición de
Sevilla recogió, de manera indirecta, el “legado” del descubrimiento,
aunque ya se hubiera celebrado veintisiete años antes un conjunto de actos
bajo el nombre “IV Centenario del descubrimiento de América”. Por
último, se deben tener en cuenta las divergencias catalanistas que se
arrastrarían desde la Exposición de 1888 por lo que, a fin de evitar nuevos
conflictos, es probable que el gobierno optara por no autorizar el citado
Pabellón Colonial en Barcelona y se diera finalmente preferencia al caso
de Sevilla. Por otra parte, la negativa del gobierno de Primo de Rivera a
construir una sección colonial en Barcelona puede también estar
relacionada con los hechos de la Setmana Tràgica 424 de 1909 que se
sucedieron en la Ciudad Condal después del desastre de 1898. Lo que es
destacable en todo este contexto es la solicitud del Instituto Colonial de
Barcelona y su propia existencia en 1929.
Tal y como acabamos de exponer, el caso de Barcelona es totalmente
distinto al de Sevilla y dado que no se cuenta con un pabellón colonial,
podría deducirse que tampoco hubo exhibición de personas. El mismo
planteamiento podría extenderse al caso de los objetos, por lo que, en
consecuencia, no podría haberse contemplado “arte primitivo” ni
colecciones de objetos etnográficos, pero no fue así. El próximo capítulo
se dedicará al llamado Palacio de las Misiones, en donde se exhibieron los
424 Después de 1898, una corta guerra con los Estados Unidos, España pierde sus
últimas posiciones del Imperio colonial: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El alcance
del desastre no fue únicamente militar y económico, sino que también fue
político, lo que provocó una profunda crisis.
En julio de 1909 se producen los hechos revolucionarios de la Setmana Tràgica
de Barcelona derivados de la reacción popular contra la política del gobierno de
Maura respecto a la zona del norte de Marruecos, el Rif, territorio concedido a
España en la Conferencia Internacional de Algeciras (1906). La presencia
española en estas tierras respondía no sólo a la protección de los asentamientos de
Ceuta y Melilla, sino también a intereses diversos: ciertos sectores militares
necesitaban rehacerse del desprestigio del ejército después del desastre de 1898,
los políticos dinásticos pretendían hacer jugar de nuevo a España como “potencia
colonial”; y algunas compañías como la Sociedad de Minas del Rif aspiraban a
explotar los ricos yacimientos. Ante los ataques ribereños el gobierno de Maura
mobiliza tres quintas de “reservistas” de Barcelona (soldados ya licenciados para
enviar ayuda. Esto provoca una hostil reacción popular, tanto por el recuerdo
todavía existente de muertos y heridos en la Guerra de Cuba como por la
injusticia del sistema de reclutamiento.
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