Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

pasado, figuran actualmente en la Universal de Barcelona o adornan hace
tiempo las paredes de nuestro MUSEO, por más que en su gran parte
representen usos y costumbres de aquellos naturales, ó preciosos paisajes
de la feraz campiña de tan priviliegiado país.
Esto no obstante, los pintores indígenas que no han cruzado los mares se
acercan en sus obras á juzgar por su estilo, mucho más á los decoradores
de oficio, que á los que ejecutan las suyas en lejanas tierras, debiéndose
sin duda tan singular semejanza, aparte la escasa facultad creadora con que
lucha la generalidad, á la falta de verdadera crítica, á la carencia de buenos
modelos en que estudiar y perfeccionarse […] 229
En resumen, el arte de los indígenas filipinos no se encuentra reconocido
como tal en la Exposición General de las Islas Filipinas de 1887. La
España de esa época no valoraba lo suficiente este tipo de producciones y
relegaba los objetos a puros testimonios de cultura material, en lugar de
exhibir los más destacados (objetos rituales de culto, figuras de
antepasados, etc.) en la sección destinada a las artes, reconociendo así el
valor del arte primitivo. Sin embargo, en ese momento, el hecho no difiere
de la situación de los objetos etnográficos del resto de los países europeos
ya que en ellos, tampoco se valoró a las piezas primitivas por su valor
estético hasta un poco más adelante, con la llegada de las vanguardias.
c) Los lugares de exhibición de los nativos
dentro de la Exposición de Filipinas
Durante la celebración de la Exposición de 1887 los naturales de Filipinas
habitaron en los espacios del Campo Grande del parque del Retiro de
Madrid, es decir, vivieron dentro de la arquitectura ferial. Este hecho no
puede ser ignorado para nuestro objeto de estudio ya que significa que los
filipinos eran parte de lo expuesto y que no se trataba de elementos
neutros. Durante los casi cinco meses que duró la exposición en el recinto
del parque, los nativos filipinos habitaron diferentes construcciones que se
levantaron al lado del Palacio de Cristal, lo que contrastaría, sin duda, con
las sencillas estructuras que sirvieron para alojar a los indígenas filipinos,
mucho más humildes en su construcción.
Además del destacado Pabellón Central, hubo otras construcciones
efímeras que podríamos llamar bastimentos (ya que no se trata de
229 CREUS ESTHER, Manuel, “Arte filipino”, Vilanova i la Geltrú, Boletín de la
Biblioteca-Museo-Balaguer, n º46, 26 de julio de 1888, pp. 1-3. [el destacado es
nuestro]
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