Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

mismas exposiciones. El Museo Arqueológico Nacional 307 fue asimismo
premiado en las colecciones presentadas en Viena (1873) y París (1878).
A la exposición de Viena se envió de igual forma el “Proyecto de
exploración por el África Central” que elaboró la joven asociación La
Exploradora antes de que Manuel Iradier viajara por primera vez a
Guinea. 308
En la Exposición de París de 1878, España estuvo representada en la Rue
des Nations, con una reproducción de los patios de la Alambra. 309 El
elemento oriental volverá a estar presente en la Exposición Colonial de
Ámsterdam de 1883, en donde el templete central de la instalación de
Cuba, todavía colonia española, tiene un marcado estilo mudéjar. 310 La
composición arquitectónica de este templete cuenta con una base de
expositores alrededor del cuerpo del templete. La estructura, que parece
hexagonal según un grabado que se reproduce en La Ilustración Española
y Americana, se divide en dos partes. La más cercana a la base dispone de
arcos de herradura califal que, según el citado grabado, podemos suponer
que enmarca una serie de paisajes de la isla de Cuba. La parte superior de
la misma estructura cuenta con arcos de herradura ojivales. La
composición se halla rematada con una escultura que parece ser la
representación de España, ya que un emblema que representó al país
después de la revolución de 1868 solía ser una matrona con un león a sus
pies. Al fondo del grabado también podemos contemplar de nuevo dos
arcos de herradura que hacen de cierre a la entrada del Pabellón de
España.
307 Al final del libro De Gabinete a Museo, Tres siglos de Historia, Madrid:
Museo Arqueológico Nacional, Ministerio de Cultura, 1993 se reproduce una
muy útil cronología sobre la creación de los museos que se tratan en esta obra y
en donde se menciona la participación de algunas colecciones de estos museos en
exposiciones.
308 JIMÉNEZ FRAILE, Ramón, “Asociación Eúskara. La Exploradora”, Madrid,
Sociedad Geográfica Española, n º 20, marzo 2005, p.38.
309 “Se había creado también la calle de las Naciones, a través de la cual se podían
visitar los pabellones de los distintos países participantes, cada uno con
características arquitectónicas diferentes y típicas. La impresión que causaba
entrar en esa calle era, cuando menos, curiosa, porque el visitante no estaba
acostumbrado a pasar, en tan corto espacio, de un palacio marroquí a una isba
rusa, contraída en madera, y de esta isba rusa a una reconstrucción, poco
afortunada, de los patios de la Alhambra, (…) Japón hacía oír delicadamente el
sonido del agua deslizándose sobre flores de loto en fuentes de mayólica.”
CALVO TEIXEIRA, Luis, Exposiciones Universales: El mundo en Sevilla,
Barcelona: Labor/RTVE/Expo´92, 1992, p. 34. [el destacado es nuestro]
310 Véase el apéndice documental, ilustración número 5.
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