Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

nuevo dominio, los conquistadores reclutaban a los propios indígenas,
consiguiendo así un doble objetivo: por una parte, se aseguraban de este
modo un avance “experto” por el conocimiento de los oriundos sobre las
condiciones del terreno y, por la otra, utilizaban las rivalidades internas
entre las tribus o etnias de los países ocupados para reclutar al grupo más
fuerte, crear división sobre el terreno y hacer así más rápida y efectiva la
ocupación.
La segunda fase comportaba la organización de la colonia. Una vez
conquistado el territorio, la colonia pasaba a ser parte de los dominios
coloniales del imperio y, por tanto, tutelada por la metrópoli. Pero no
todas las colonias eran administradas o gobernadas del mismo modo. Eran
de dos tipos: las colonias 173 propiamente dichas -que no tenían gobierno y
dependían directamente de la administración metropolitana que ejercía su
poder a través de funcionarios coloniales, quienes a su vez ponían en
práctica una política de ocupación- y los protectorados 174 -en los que
teóricamente actuaba un gobierno indígena que era respetado por la
administración metropolitana-. Los dos modelos descritos anteriormente
provocaron un fuerte impacto de la cultura occidental en los nuevos
territorios e hicieron perder parte de su identidad a las culturas indígenas
que resultaron ocupadas, suponiéndoles un cambio en creencias y
tradiciones. La expansión colonial significó poner en contacto dos
civilizaciones en un grado muy diferente y, a la larga, fue inevitable que la
más evolucionada técnicamente se impusiera a la más débil. Las culturas
autóctonas, de tradición oral y sin elaboraciones teóricas, fueron incapaces
de resistir el impacto de la cultura occidental. Ahora bien, la sociedad
capitalista no podía difundir sus principios de liberalismo y democracia
sin que los indígenas se hicieran eco de ello. Además, como los principios
democráticos no fueron aplicados a las colonias, se crearon las
condiciones ideales para que surgieran los movimientos de rebelión en
contra del dominio de la metrópoli.
173 “[…] those overseas dependencies which were held in full sovereignty by the
metropolitan powers. Sovereignty was acquired in many ways, but essentially it
required legal action by the imperial state in conformity with its required legal
action by the imperial state in conformity with its domestic law, coupled with
explicit or implicit recognition by other western powers” en: FIELDHOUSE,
David Kenneth, Colonialism 1870-1945: An Introduction, Londres: Macmillan
education, 1988, p. 16.
174 “Historically and theoretically protectorates and protected states were places
which at some time had, or were deemed to have, voluntarily requested or
accepted the ‘protection’ of another power which promised to defend them
against all third parties. Sometimes protection was arranged by treaty with a local
ruler or a number of rulers, sometimes it was assumed that protection had been
accepted tacitly, even though no formal agreement had been signed”, ibíd., p. 17.
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