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Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

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Americana respecto de los igorrotes emplazados en el parque del Retiro<br />

de Madrid, que ya vimos en el capítulo anterior. Recordemos que, en<br />

aquella ocasión, se expresaba que el público quedaba desilusionado por no<br />

“encontrar el salvajismo que en grado sumo esperaban” 368 lo que nos<br />

permitiría concluir que, en buena parte de las opiniones publicadas en<br />

aquel momento, prevalecía el estereotipo salvaje antes que la identidad<br />

propia del pueblo exhibido.<br />

Tanto en el primer grupo de tópicos más morbosos y cruentos (muerte del<br />

rey, castigo a la infidelidad…) como en el segundo, que se basa en las<br />

desigualdades culturales (diferencia en el vestido y peinado, rechazo por<br />

la música y el baile…), se observa una proyección de actitudes sobre “los<br />

exhibidos” que construyen lo que se conoce como “imaginario sobre el<br />

Otro”. En este marco creado mayoritariamente por Occidente se<br />

inferioriza al individuo exhibido, con lo que de algún modo se favorece la<br />

configuración del discurso racial que, por otra parte, se irá asentado<br />

durante este período. El hecho de que en Europa y en los Estados Unidos<br />

se mostrara a grupos de individuos en el contexto en exposiciones, tanto<br />

en los grandes acontecimientos estatales como en las exhibiciones aisladas<br />

y organizadas por pequeños gestores del espectáculo, es una manera de<br />

demostrar un estatus diferente respecto de los Otros. Es Occidente el que<br />

muestra y pone en evidencia al Otro a través de la diferencia, de tal<br />

manera que con el acto de exhibición mismo, legitima y ensaya su modelo<br />

de superioridad a través de los individuos sometidos. La exhibición del<br />

considerado entonces como “salvaje” constituía parte de la trama que<br />

acabó favoreciendo la opinión pública sobre la necesidad de civilizar al<br />

salvaje y justificar la acción colonial.<br />

Para Occidente, en definitiva, el salvaje es todo aquel o aquello que está al<br />

margen de la “cultura” y la “civilización”; lo que desde su perspectiva<br />

eurocéntrica característica, supone estar al margen de la cultura occidental<br />

o ser ajeno a ella. Occidente, en efecto, tiende a no reconocer como válida<br />

otra forma de cultura o de organización social o económica que no sea la<br />

que se ha gestado en el Occidente industrializado. Tiende a ignorar, en el<br />

momento histórico al que venimos refiriéndonos, que sus valores,<br />

principios, visiones del mundo, sentido de la historia, organización<br />

política, social y económica -y en particular la democracia liberal y la<br />

economía de mercado capitalista- son el resultado de particulares<br />

condiciones históricas, y no un “orden natural” al que se debía aspirar.<br />

Negar la cultura y civilización ajena, presentando lo diferente como<br />

“solución” refuerza la identidad propia de Occidente, equiparándola a<br />

368 Véase página 191, capítulo 3.<br />

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