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Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

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Un grabado en madera de 1505 instruyendo el “Tercer viaje” de Vespucio<br />

es también uno de los primeros ejemplos en ilustrar lo que narraban las<br />

crónicas sobre las nuevas tierras americanas. Según Miguel Rojas, el<br />

citado grabado lleva al pie una leyenda en la que se refiere a los indígenas<br />

del siguiente modo:<br />

Tanto los hombres como las mujeres andan desnudos, poseen un<br />

cuerpo bien proporcionado y tienen una piel casi de color rojo. Tienen<br />

perforadas las mejillas y los labios, la nariz y las orejas y adornan estas<br />

incisiones con piedras azules, pedazos de vidrio […]Toman como esposa<br />

la primera que encuentran y actúan en todo sin atenerse a ley alguna.<br />

Luchan entre ellos sin arte ni regla, se devoran unos a otros, incluyendo a<br />

sus muertos, pues la carne humana es una de las formas habituales de<br />

alimentación 37 .<br />

De este modo, desde los inicios del descubrimiento de América hasta bien<br />

entrado el siglo XVII, el indígena americano se representará de piel roja,<br />

carecerá de orden ni ley en su comportamiento y será antropófago.<br />

El “salvaje del nuevo mundo” se encuentra totalmente contrapuesto al<br />

“salvaje de la tradición europea”. Roger Bartra defiende en sus obras<br />

dedicadas al salvaje 38 que la cultura europea generó una idea del hombre<br />

salvaje mucho antes de la gran expansión colonial, idea que hubiera sido<br />

modelada en forma independiente del contacto con grupos humanos<br />

ajenos de otros continentes. Para el autor, “el salvaje es un hombre<br />

europeo, y la noción de salvajismo fue aplicada a pueblos no europeos<br />

como una transposición de un mito perfectamente estructurado cuya<br />

naturaleza sólo se puede entender como parte de la evolución de la cultura<br />

occidental”. 39 Según Bartra, el mito del hombre salvaje se extiende desde<br />

la mitología grecorromana -en la que la naturaleza amenazaba a la cultura<br />

con la exuberancia de fantásticos seres salvajes, habitantes de los bosques,<br />

las montañas y las islas- hasta la tradición judeocristiana en el caso del<br />

desierto de la imaginería religiosa, en la que los anacoretas purificaban su<br />

alma y participaban de la unión con Dios en una naturaleza salvaje y<br />

hostil.<br />

37 ROJAS MIX, Miguel, América imaginaria, Barcelona: Lumen, 1992, pp.5-6.<br />

38 Roger Bartra escribe dos libros relacionados con el tema: El salvaje en el<br />

espejo (1996) y El salvaje artificial (1997) con multitud de referencias y fuentes<br />

para ampliar cada uno de los aspectos descritos. En 2004, junto a Pilar Pedraza,<br />

comparte el comisariado de la exposición El salvaje europeo, que organizó el<br />

Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona.<br />

39 BARTRA, Roger, El salvaje en el espejo, 1996, p. 16.<br />

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