Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

mencionados fueron, por tanto, una contribución para la introducción de
teorías relacionadas con la etnología.
Aunque el Palacio de las Misiones constituyera de una obra de
propaganda sobre la tarea evangelizadora de la Iglesia, las piezas
etnográficas traídas para la ocasión fueron pruebas de la existencia de los
Otros para el gran público que acudió a la Exposición Internacional y una
manera de justificar la acción misional de la Iglesia Española. Los objetos
exhibidos a propósito del certámen constituyeron una vía de introducción
de algunas piezas de arte primitivo en el país. A pesar de ello, la
exposición no tuvo base científica ya que ni la metodología expositiva ni
la labor de documentación de las piezas estuvieron bien desarrolladas.
Recordemos también, que no se tiene constancia de un archivo en los que
se recogiera la documentación de las piezas del Pabellón de Misiones, por
lo que una posible vía de investigación para futuros estudios sería la de la
consulta de los archivos de las diferentes órdenes participantes.
El despliegue de las colecciones etnográficas en el Palacio de las Misiones
constituyó, ante todo, un reclamo para el público. Sin embargo, es
relevante cómo se articula el tratamiento de los objetos en función de su
procedencia. Cuando en los catálogos del palacio o en los artículos en
prensa se habla de los objetos chinos, precolombinos o prehistóricos se les
reconoce algún valor, en ocasiones, también artístico, pero respecto a
artefactos como: ídolos, fetiches, vestidos de los nativos, objetos de uso
cotidiano, etc., no se reconoce en ningún momento su valía y, en cambio,
se destaca si son frutos de algún martirio o sacrificio por parte de los
indígenas, lo que contribuye a destacar el lado más bárbaro del Otro. A
favor del tratamiento de la cultura del Otro debemos apuntar que en el
Pabellón de las Misiones, al ser heredero de la escuela difusionista
alemana a la que pertenecía el padre Vilhem Schimdt (quien articuló la
muestra vaticana de 1925 y organizó el posterior museo etnológico de los
Museos Vaticanos), se priorizó la diversidad cultural de los diferentes
territorios en los que estaban presentes las misiones y no realizaron, por
ejemplo, esquemas evolucionistas en los que la cultura material del Otro
podría haber considerada como inferior respecto de las producciones
europeas. En general, no parece que el pabellón contribuyera a desarrollar
los estudios etnológicos en España, ni por parte de los religiosos ni por el
mundo académico laico, aunque no es algo que se pueda afirmar de forma
categórica. Pero, en cambio, sirvió para mostrar tierras y gentes lejanas,
apreciadas como exóticas y “salvajes” por el millón y medio de personas
que visitaron el pabellón 577 a través de numerosos repertorios de cultura
577 Barcelona, Revista de la Exposición española, diciembre de 1929, n º 15, p.
731.
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