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Marina Muñoz Torreblanca - Tesis

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Por lo que se podría deducir que el volumen de objetos procedentes de la<br />

Exposición General de las Islas Filipinas celebrada en Madrid y de las<br />

otras colonias de ultramar, no fue tan relevante como se previó en la<br />

planificación de la Exposición Universal de Barcelona. Conrad Roure<br />

explica más adelante: “Anexo al Palacio de la Industria hallábase el<br />

Pabellón de las Colonias, que fue convertido en sala supletoria de aquél,<br />

figurando en él, además de varias instalaciones coloniales, algunas<br />

peninsulares (…)”. 280 Por tanto, dada la carencia de objetos, el Pabellón de<br />

las Colonias se convertiría, finalmente, en un almacén abigarrado, en una<br />

prolongación del Palacio de Industria en la que se “obligó a los<br />

organizadores a habilitarlo sin especializarse en la procedencia de los<br />

expositores”. 281 Es extraño que la presencia final de los territorios<br />

coloniales fuera tan reducida en la Exposición Universal de Barcelona,<br />

porque España tardaría todavía diez años en perder sus enclaves<br />

coloniales y la política del entonces ministro de Ultramar, Víctor<br />

Balaguer, no era la de acabar de reducir las posesiones coloniales, sino<br />

bien al contrario, la de intentar enaltecerlas. Lo que también podría<br />

interpretarse como un síntoma de las pérdidas coloniales españolas que se<br />

produciría diez años después.<br />

Graciano López Jaena, un ilustrado filipino del grupo que defendía los<br />

intereses de sus compatriotas en la época, pronuncia un discurso en el<br />

Ateneo Barcelonés el 25 de febrero de 1889 sobre la escasa presencia del<br />

archipiélago en la Exposición Universal de Barcelona. Luis Ángel<br />

Sánchez detalla en su libro cómo Jaena ataca con dureza en su discurso la<br />

escasa participación de Filipinas en el certamen de 1888, en donde<br />

“reinaba la oscuridad y el silencio de la tumba, como una elocuente<br />

protesta del papel insignificante, desairado, mejor dicho, que el gobierno,<br />

muy especialmente el Ministerio de Ultramar con su cohorte de frailes por<br />

consejeros, plúgoles hacer representar a las Islas en aquella Exposición<br />

Universal del pasado año”. 282 Al parecer, lo que se envió desde Madrid a<br />

Barcelona fueron productos, “escasos y malos” que se perdían “entre los<br />

maniquíes o monigotes de madera, representando con sarcástica ironía,<br />

por lo inexactas, guardias veteranos, cuyas fisonomías, sin arte y sin el<br />

sentido de la naturalidad, más que humanas, eran extravagantes, entre<br />

figuras de soldados que no llegan a la talla y caballitos de madera<br />

delgados y flacos como un arco de violín” 283 . Para Jaena la<br />

responsabilidad de la selección de los objetos exhibidos recae sobre<br />

“comisiones locales presididas por el fraile, más sabiendo de misa y de<br />

280 Ibíd., p. 101.<br />

281 Ibíd., p. 102.<br />

282 SÁNCHEZ GÓMEZ, Luis Ángel, Un Imperio en la vitrina…, Madrid: CSIC,<br />

2003, p. 246.<br />

283 Ibíd., p. 246.<br />

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