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artículo parte del principio de que las cartas de esa especie
pertenecen tanto al autor de ellas como á la persona
que las recibe, y que aquél y ésta poseen en las cartas
drecho de propiedad para presentarlas ó reclamar su
presentación, sin que por eso sea posible considerar violado
el secreto de la correspond'encia epistolar.
Es indudable que por cartas se pueden celebrarentre
dos personas capaces todos los contratos que no estén
sujetos por las leyes á formas solemnes, y que en
consecuencia de una carta puede constar el reconocimiento
de un crédito ó una obligación, un recibo ú otro
título de liberación" 'También puede aparecer comprobado
en ella un hecho del cual nazca un derecho ó acción
en lo civil ó en lo criminal, por ejemplo, la confesión
de un daño causado, una injuria inferida, etc. En semejantes
casos la carta es un elemento de prueba directa,
que la persona á quien favorece puede hacer valer en
defensa de su causa. Otras veces sucede que la carta
no contiene sino la referencia de algunas ciftunstancias
que no acreditan el hecho principal de la obligación ó
de su acabamiento pero que contribuyen á haoerlos verosímiles,
y forman un 15rflcij5i dpi' ucba por e.ci'i1o,
artículo 1.316, que puede aprovechar uno (le los litigantes
para el fin dicho.
En una correspondencia epistolar enitre, dOS personas
sobre un negocio determinado, lo que naturalmente
se escribe reviste ordinariamente la fuerza de confesiones,
notificaciones ó protestas. Uno de los corresponsales
avisa recibo al otro de los valores que le ha
remitido, conviene en pagar de cierto modo ó con ciertas
condiciones, etc: el corresponsal á quien esas cartas
fueron dirigidas las presenta para probar la existencia
de la obligación. Si éste pretende que el otro se obligó
á más, el autor de las cartas expresadas puede exigir
que sean presentadas, para que se vea cómo y hasta
dónde se obligó. Lo mismo sería cuando el autor hubiese
notificado á su corresponsal que no había recibido
los valores cuya remesa se a.unciaba, ¿) que le habían