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bido el valor anotado, pues al no ser así, suponindó
que . ci acreedor se añticipó á poner nota de una entrega
que se le ofreció para ese día, y que no se le
hizo, habría retenido ciertamente el ejemplar dichb.
Si Blas anotó la entrega en su propio duplicado, nos
hallaríamos en el caso del primer ejemplo. Igual' ¿osa
sucede cuando en un recibo precedente, el acreedor
agrega la anotación de otra entrega hecha con posterioridd.
Son indispensables también en estos casos }a circunstancias
de ser la anotación de puño y letra del
acreedor, y hallarse el duplicado ó recibo en podei- del
dudor. Si la anotación no fechada ni firmada apareciese
escrita por la mujer, el hijo, el secretario, el
dependiente del acreedor, sería ineficaz. Véase que 'la
ley, exige únicamente aquí que el documento se encuentre
en manos del deudor, y no que haya permanecido
siempre en su poder, como en el caso del documento
que ha sido otorgado al acreedor en un solo
ejemplar.
Contra estas pruebas de liberación no es admisible
1inguna otra, á 'menos que el acreedor pudiese
justificar que no es suya la letra de la nota ó que ha
habido falsificación, etc. Cuando la anotaciohes están
firmadas por el acreedoi, existe una prueba directa
de liberación, para la cual no es preciso, acudir al beneficio
de la presunción creada por este artículo, y
por tanto no son necesarias la8 condiciones analizadas
de que hayan sido escritas por el acreedor, mismo y
de que el título no haya salido de su poder, etc.
Admiten los autores que el acreedor puede probar
con testigos y aun por medid de simples presunciones,
que la mencióp liberatoria que extendió en el doctimeito
que se halla en su poder fue efecto de un error de hecho,
pero sostienen que toda prueba contraria sería inadmisible
cuando se tratara de la anotación hecha en el duplicado
ó el recibo que se devolvió al deudor. De más
parece añadir que si las notas escritas aparecen testadas