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der á la segunda hipoteca que pertenece i. Franco, y
por eso puede rehusar la subrogación con la cual la
ley se propone favorecer al subrogado sin dañar los
intereses del subrogante. La subrogación no se efectuaría,
desde luego, si el acreedor que paga es de
mejor ó igual derecho que el otro, aunque la síihrogación
lo favorezca cuan •do por ese camino aspira á allanarse
dificultades en el pago: por ejemplo con los acreedores
quirografarios, que acusan el excedente de la
cosa hipotecada. En esa circunstancia procedería la
subrogación convencional de acreedor á acreedof, no la
que la ley impone de pleno derecho.
Es opinión admitida que esta subrogacion no se
permite al acreedor que paga á un acreedor que sólo
tiene á su favor el derecho de retención, porque la ley
se refiere á los que gozan de hipotecas ó Privilegios.
El acreedor prendario tiene á su favor privilegio:
el anticresista no tiene más que el derecho de
retención, á menos que haya hecho registrar su título
como lo previene el artículo 1.833.
Segundo caso. Contráese al adquirente de un inmueble,
que paga hasta concurrencia del precio de
adquisición al acreedor hipotecario, etc. Supongamos
que Pedro compra un fundo por Bs. 50.000, el cual
está hipotecado á Pablo por 30.000, á Luis por 20.000
y á Diego por io.000. Pedro paga, los créditos de
Pablo y Luis que son las primeras hipotecas por el
orden de su registro, y queda liberado con él vendedor,
puesto que se subroga en los •derechos que
aquellos dos acreedores tenían contra él y cubren el
precio de adquisición.
La eficacia de esta subrogación viene á comprenderse,
si Diego, el tercer hipotecario del fundo, que no ha
prestado su aprobación á la venta y no ha sido satisfecho,
pide la ejecución y remate de la hipoteca. Puede
suceder que ésta se vezída en pública subasta por
Bs. 56.000: es posible que Pedro pierda el inmueble,
pero no perderá su dinero-,porque subrogado en