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ha fenecido, y con ella' terminaría también la hipoteca
constituida, si no me la reservo como acreedor, explícitamente,
al cambiar una deuda por otra.
La reserva dicha no necesita ser aceptada por
el deudor, que conviene en cambiar la causa ú objeto
de la obligación, pero se hará constar en el documento
que para la nueva deuda se formalice, pues
si la reserva apareciese hecha 'o posteriormente
no podría revivir la hipoteca, que desapareció
con la deuda antigua. El principal efecto de la reserva
permitida en este artículo ts conservar á la
hipoteca su prelación. De modo, que registrada la
escritura de la obligación nueva, la hipoteca á que
ella se refiera se considerará establecida desde la fecha
de su primer registro, y con ese motivo conservará
la preferencia que la prioridad del acto le asignó sobre
las demás hipotecas otorgadas por el deudor en el
mismo inmueble, lo cual es de gran trascendencia para
el acreedor.
Hay divergencia entre los expoitores acerca de
Si es necesario el consentimiento del deudor para que
los privilegios ó hipotecas pasen al crédito posterior.
El artículo no se refiere en verdad ino al caso más
frecuente, y es el de que el mismo deudor sea dueño
de los bienes gravados, en el que es indudable que
no se exige ci consentimiento mencionado, porque
nada contiene la disposición legal que autorice para
juzgar lo contrario. Pero, el consentimiento del dueño
de los bienes será indispensable cuando éste sea distinta
persona, porque su intervención era semejante
á la del fiador para e cual la obligación garantizada
terminó con la novación, y se necesita que conste
su voluntad de garantizar 1a deuda nuevá.
- En sentir de lós autores, ese derecho que poseen
el acreedor y el deudor (le extender al crédito ni'evo
las garantías, que fueron pactadas en seguridad del
antiguo, tiene respecto de terceros una restricción muy
importante, y es que si por la novación se ha aumen-