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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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Los Estados Unidos tienen cien millones de defectos, pero me siento orgullosa de que la policía le haya creído<br />

a esta mujer y de que ella tendrá su día en la corte. Me complace no estar esta vez en un país que decide que<br />

la carrera de un hombre poderoso o el destino de una institución internacional sean más importantes que<br />

esta mujer y sus derechos y su bienestar. Esto es lo que entendemos por democracia: que todos tienen una<br />

voz, que nadie se sale con las suyas sólo por su riqueza, su poder, su raza o su género.<br />

Dos días antes de su arresto, Strauss-Kahn, al parecer, salió desnudo de su cuarto de baño de hotel; había<br />

una gran manifestación en la ciudad de Nueva York. "Hagamos que Wall Street pague" era el tema y los<br />

trabajadores sindicalizados, los radicales, los parados, y otros –20.000 personas– se reunieron para protestar<br />

por el asalto económico en este país, que está creando tanto sufrimiento y privación para muchos, y riqueza<br />

obscena para unos pocos.<br />

Yo estaba ahí. En el vagón de regreso a Brooklyn, un hombre de la edad de Strauss-Kahn le había metido<br />

mano a la más joven de mis tres compañeras. Al principio, ella pensó que se habían golpeado<br />

accidentalmente. Eso fue antes de que ella sintiera la mano de él en las nalgas, y me dijo algo, como lo hacen<br />

las mujeres jóvenes a menudo, tentativamente, en silencio, como si tal vez no estuviera sucediendo eso o que<br />

no fuera del todo un problema.<br />

Finalmente, ella lo miró con rabia y le dijo que se detuviera. Por un momento, recordé mis años de joven de<br />

diecisiete años en París y cuando algún imbécil me agarró el culo. Tal vez fue mi momento más americano en<br />

Francia, cuando era un país de agarraculos; y digo americano porque llevaba tres toronjas, una compra<br />

preciosa si tomamos en cuenta la pequeñez de mis fondos, y se las arrojé, una tras otra, al sinvergüenza,<br />

como pelotas de béisbol, por la satisfacción de verlo escabullirse en la noche.<br />

Su acción, como tanta violencia sexual contra la mujer, estaba destinada sin duda a ser un recordatorio de<br />

que este mundo no era mío, que mis derechos –mi Libertad, mi Igualdad y mi Fraternidad, si se quiere– no<br />

importaban. Excepto que yo lo había hecho correr bajo un aluvión de fruta. Y a Dominique Strauss-Kahn lo<br />

bajaron de un avión para hacerlo responder a la justicia. Sin embargo, que una amiga mía fuera manoseada<br />

de camino a casa después de una marcha por la justicia deja en claro lo mucho que todavía hay por hacer.<br />

Los pobres mueren de hambre mientras los ricos se tragan sus palabras<br />

Lo que hace tan resonante el escándalo sexual que estallara la semana pasada es la forma en que el<br />

presunto agresor y la víctima representan relaciones mayores alrededor del mundo, comenzando con el<br />

asalto del FMI sobre los pobres. Ese asalto es parte de la lucha de clases de nuestra era, en la que los ricos, y<br />

sus representantes en los gobiernos, han tratado de engrandecer sus propiedades a expensas del resto de<br />

nosotros. Los países pobres y en desarrollo del mundo pagaron primero, pero el resto de nosotros estamos<br />

pagando ahora, a medida que las políticas y el sufrimiento que imponen llegan a nosotros a través de<br />

medidas económicas de derecha que avasallan a los sindicatos, los sistemas de educación, el medio<br />

ambiente y los programas sociales para discapacitados y adultos mayores, en el nombre de la privatización,<br />

el libre mercado y los recortes de impuestos.<br />

En una de las apologías más notables de nuestra época, Bill Clinton –quien tuvo su propio escándalo sexual<br />

alguna vez– dijo ante las Naciones Unidas en el Día Mundial de la Alimentación en octubre de 2008, cuando<br />

la economía mundial se desmoronaba: "Necesitamos que el Banco Mundial, el FMI, todas las grandes<br />

fundaciones y todos los gobiernos admitan que, desde hace 30 años hemos estado metiendo la pata,<br />

incluyéndome a mí cuando yo era presidente. Nos equivocamos al creer que los alimentos eran otro producto<br />

para el comercio internacional, y todos tenemos que volver a una forma más responsable y sostenible de<br />

agricultura".<br />

Y lo dijo aún más duramente el año pasado: "Desde 1981, los Estados Unidos han seguido una política, hasta<br />

el año pasado, más o menos, cuando empezamos a repensarlo, por la que los países ricos que producimos

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