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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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Ocho años después la realidad es completamente diferente. Un estudio difundido esta semana por Cifra-CTA<br />

deja entrever una respuesta, desde los números, a la pregunta por el nuevo “patrón de crecimiento” del<br />

período 2002-2010. El primer dato incontrastable es el crecimiento, con tasas “extraordinariamente<br />

elevadas” en términos históricos y holgadamente por encima del resto de Latinoamérica. Mientras entre<br />

1993 y 2001 el PIB creció a una tasa anual acumulativa del 1,4 por ciento, entre 2003 y 2010 lo hizo al 7,8. El<br />

resultado fue que el PIB por habitante saltó un 46 por ciento en el período, tasa que se reduce al 23,9 si la<br />

medición se realiza en dólares.<br />

El debate comienza cuando se trata de explicar las causas y la naturaleza de este crecimiento. Aparecen<br />

entonces los primeros mitos. El más conocido es el del “viento de cola” de los precios de las commodities. Si<br />

se observa la contribución al crecimiento de cada uno de los componentes del Producto, se tiene que, frente<br />

a una expansión del PIB del 7,8 por ciento anual, la Inversión Interna Bruta Fija crece al 17,5 por ciento anual,<br />

las exportaciones al 6,5, el consumo privado al 6,8 y el público al 7,4 por ciento. La primera conclusión es que<br />

todos los componentes de la demanda, salvo la inversión, crecen menos que el conjunto de la economía. Si se<br />

observa la contribución al crecimiento del período 2002-2010 de cada uno de estos componentes, el<br />

consumo privado explica el 51,8 por ciento, la inversión el 30,4 y las exportaciones sólo el 9,4, valor que<br />

desploma el mito del “viento de cola”.<br />

Una segunda cuestión es la composición del crecimiento. A diferencia de la década del ’90 la expansión fue<br />

“traccionada” por los sectores productores de bienes en general y de la industria manufacturera en<br />

particular; la que registró una tasa de crecimiento anual acumulativa del 8,1 por ciento. Otra vez, conviene<br />

ver a las actividades por su contribución al crecimiento del período. Entre 2002 y 2010, las manufacturas<br />

explican el 58 por ciento de la expansión, la construcción el 28 y el agro el 10 por ciento, lo que derriba un<br />

segundo mito discursivo del crecimiento liderado por el agro y su increíble efecto multiplicador.<br />

Los componentes de la demanda muestran claramente un nuevo patrón de crecimiento basado en el<br />

desarrollo de los sectores productores de bienes que revirtió el proceso de desindustrialización heredado del<br />

cuarto de siglo anterior, con aumento del peso de la inversión en el Producto.<br />

Estas transformaciones fueron acompañadas por cambios en los fundamentos macroeconómicos. El primero<br />

fue el fin de los déficit fiscal y externo crónicos. El segundo, la disminución del endeudamiento público como<br />

porcentaje del PIB, que se desplomó del 147,3 por ciento en 2002 al 44,6 en 2010, pero que si se descuenta el<br />

endeudamiento interestatal se reduce a sólo el 20,9 por ciento.<br />

Finalmente, se destacan las profundas trasformaciones en el mercado laboral. El dato principal es la creación<br />

de cuatro millones de puestos de trabajo, lo que permitió reducir a un dígito las tasas de desocupación y<br />

subocupación, lo que otorgó otro poder de negociación a los trabajadores y, en consecuencia, mejoró<br />

parcialmente la estructura de distribución del ingreso. En paralelo, el número de empleos registrados<br />

aumentó en 3 millones. El empleo en negro pasó de casi el 50 por ciento al 35, valor todavía alto.<br />

Uno de los hitos de la etapa fue la recuperación del sistema previsional, que no sólo terminó con un<br />

negociado financiero, sino que permitió ampliar la cobertura en más de 2 millones de nuevos jubilados y<br />

financiar instrumentos sociales clave como las nuevas asignaciones universales.<br />

De todas maneras, el nuevo patrón también muestra limitaciones que demandan correcciones. Muchas de<br />

estas limitaciones ya fueron tratadas en este espacio. Una de ellas es el tipo de cambio real (TCR), que desde<br />

2007 muestra una revaluación tendencial producto de la mayor inflación. Tomando a enero de 1999 como<br />

base 100, el documento de Cifra reseña que en julio de 2002 el TCR llegó a más de 250 y actualmente se<br />

encuentra en torno de 160. La primera consecuencia de esta pérdida de competitividad es el menor<br />

dinamismo de los sectores productores de bienes, lo que se refleja en un freno a la creación de empleos.<br />

Desde 2007 se frenó el aumento de los salarios reales. Aunque parte de este freno se compensó con mayor<br />

empleo público, para 2010 sólo los salarios de los empleos registrados estaban un 15 por ciento por encima

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