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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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El resto ha sido canalizado a financiar al gobierno mexicano.<br />

Arquitectura financiera<br />

Por Alfredo Zaiat<br />

Fracasos Múltiples Internacionales (FMI) está buscando una nueva conducción porque su titular, Dominique<br />

Strauss Kahn, renunció por la acusación de acoso y abuso sexual a una empleada de un hotel en Nueva York.<br />

Ese organismo financiero estaba desprestigiado y sin recursos hasta que el G-20 lo rescató ante la<br />

desesperación por el estallido global en 2008, con epicentro en las potencias económicas mundiales. Le<br />

asignó la tarea de ser el eje ordenador de los ajustes sobre los países en crisis, con resultados recesivos<br />

conocidos aunque con un discurso maquillado para diferenciarse de sus desastres de los noventa en<br />

Latinoamérica y Asia. Para ocupar el cargo de director gerente de esa institución ha comenzado la<br />

competencia con la participación de la conservadora francesa Christine Lagarde y el liberal mexicano Agustín<br />

Carstens, doctorado de Economía en la Universidad de Chicago. El FMI no tiene el mecanismo de elección<br />

democrático de un país, un voto. El peso europeo en el Consejo de Administración, órgano de gobierno de la<br />

institución, les asegura una posición de privilegio para imponer un candidato. Estados Unidos también posee<br />

poder de veto, con el acuerdo implícito con Europa para la distribución de cargos: el Banco Mundial para un<br />

estadounidense y el Fondo para un europeo. Ese Consejo está integrado por 24 miembros. Estados Unidos,<br />

Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, China, Rusia y Arabia Saudita tienen un representante cada uno. Los<br />

otros 176 países que integran el FMI se reparten las 16 plazas restantes organizados en grupos y el peso de<br />

cada uno es equivalente a los votos que reúnen sus respectivas representaciones. Para calcular los votos se<br />

define un promedio ponderado del PBI (50 por ciento), apertura de la economía (30 por ciento), volatilidad<br />

económica (15 por ciento) y reservas internacionales (5 por ciento). Estados Unidos concentra el 16,8 por<br />

ciento, porcentaje que le otorga poder de veto porque para tomar decisiones referidas a la forma de<br />

funcionamiento del organismo se requiere más del 85 por ciento de los votos.<br />

Estas características describen una institución fuera de época, por su discurso y propuesta económica y<br />

también por la distribución del poder entre los países. En estos días se manifiestan presiones de potencias<br />

emergentes para designar un representante propio en el máximo cargo del FMI. El argumento principal que<br />

esgrimen países como China, Brasil India o México es que las economías en desarrollo necesitan tener mayor<br />

responsabilidad en instituciones financieras internacionales, con presidentes y altos funcionarios nombrados<br />

mediante un sistema de selección transparente, basado en méritos personales. Abrieron así un debate<br />

público que interpela a las potencias hoy en crisis. Por cuestiones de relaciones diplomáticas y disputas de<br />

liderazgos en un proceso de transición en un mundo convulsionado, lo que sucede con el FMI concentra la<br />

atención de los países miembros. Pero el Fondo como está funcionando en la actualidad, dentro de una<br />

estructura financiera internacional sin cambios relevantes pese a ser el motor de la presente debacle, no<br />

debería ser significativo para Latinoamérica.<br />

La región tiene la oportunidad de mejorar sus propias instituciones para diseñar una arquitectura financiera<br />

regional para, precisamente, protegerse del factor de inestabilidad global que significan el FMI y las políticas<br />

de ajuste que promueven Estados Unidos y Europa. Ese bloque de poder tradicional impulsa el plan de<br />

equilibrar los desbalances globales, que no es otra cosa que transferir sus respectivas crisis hacia los países<br />

con superávit de cuenta corriente, que son los latinoamericanos y los asiáticos. La región tiene el desafío<br />

entonces de preservar su situación externa holgada, que la diferencia de las sucesivas crisis que ha vivido<br />

desde principios de la década del ’80. La bonanza externa se presenta con tres características comunes:<br />

superávit sostenido en la cuenta corriente del balance de pagos, reducción del coeficiente de endeudamiento<br />

en relación con el PBI y elevado stock de reservas internacionales en las bancas centrales. De esa forma ha<br />

recuperado cierta autonomía de decisión en la política económica nacional frente a la globalización<br />

financiera con destino de ruinas.<br />

Existen marcos de integración financiera regional que requieren su consolidación, con cooperación y<br />

confianza entre los países que se han agrupado en la Unasur. Uno de ellos es el sistema multilateral de pagos

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