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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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sicario admira al sicario ejemplar, el dealer admira al dealer ejemplar y ambos saben que el capo es uno<br />

solo al que más vale no hacer el intento de emular. La gente no se mete al narco por más canciones que<br />

haya, así como no se trepa en el bridón para ver si mata a Masiosare cada que oye el himno nacional.<br />

Foto: Tomás Bravo/ Reuters<br />

Digresión superada, volvamos al origen del corrido: tanto los judíos sefardíes como los colonizadores<br />

españoles se llevaron de España la pegajosa forma octosilábica del Romancero Viejo. El romance es la forma<br />

que usaban los juglares medievales para dar a conocer noticias de guerras lejanas o historias del corazón; se<br />

hacía en octosílabos y con rima para que la memoria retuviera fácilmente los versos y su secuencia. La<br />

música de los judíos eslavos de ya lejano origen ibérico abreva de esos romances que a América, a la Nueva<br />

España, llegaron como nostalgia y pronto se volvieron poesía criolla. Al hacerse mestiza se enriqueció con la<br />

música de la guitarra criolla, ya mexicana, y de ahí surgió el corrido mexicano.<br />

Así, tenemos romances coloniales (“Román Castillo”, “Mambrú” o “El piojo y la pulga”) y corridos que<br />

empiezan a ser tales, burdamente, durante la Guerra de Independencia. Los primeros corridos en forma<br />

datan de la Intervención Francesa y han sido recopilados exhaustivamente por Óscar Chávez. A don Porfirio<br />

le brotaron, por ejemplo, el “Corrido de Cananea” (que no de Pasta de Conchos, ni San Xavier o San Pedro) o<br />

el de Heraclio Bernal (sinaloense, por cierto). De ahí a nuestra época siempre ha habido corridos, muchos de<br />

ellos belicistas y otros no tanto, como los de soldaderas o “adelitas”. La Revolución produjo más arte que<br />

cambios socioeconómicos; el corrido se enriqueció a lo grande y sobra referir los inagotables ejemplos<br />

todavía muy vivos en el cancionero popular. Ninguno de estos corridos sediciosos fueron prohibidos porque<br />

no había a quien prohibírselos, lo que no demuestra sino que la música, cuando cala en el pueblo, no<br />

necesita radiodifusoras para prender como chispa en un petate.

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