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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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información, dinero ni organizaciones sociales que las avalen, sólo las mueve una inmensa compasión por el<br />

migrante. “Nos basta con un ‘gracias’, eso nos ayuda a seguir adelante. Siquiera aquí tenemos para comer<br />

frijolitos, pero ellos no tienen nada”, dice Norma, La Güera , una patrona de 40 años que no deja de<br />

sonreir, aunque hable de recuerdos grises: no olvida la noche en que vio en el tren a un hondureño cubierto<br />

de sangre. “Sus compañeros lo bajaban con cuidado del vagón, y otros desde el suelo le sujetaban los pies<br />

con suavidad. Me recordó la imagen de Cristo crucificado, para mí fue una señal”. El joven había sido<br />

acuchillado por un grupo de Maras que trataron de violar a su pareja. Ningún médico en la zona quiso<br />

atenderle. Norma le llevó a su casa, le puso sal en las heridas y consiguió salvar su vida. “Me acuerdo muy<br />

bien de aquel joven. Llegó a Estados Unidos y me llamó desde allí, agradecido”.<br />

Dicen que Las patronas son todo corazón, y no es para menos. Varios puntos de la Ruta de Atlántico se<br />

han convertido en territorio gobernado por funcionarios corruptos y por Los Zetas , cártel al que se le<br />

atribuye la matanza de los 72 inmigrantes perpetrada en agosto del pasado año en Tamaulipas, y gran parte<br />

de los cientos de cadáveres que en el mismo estado han ido apareciendo en fosas comunes durante el<br />

pasado mes de abril. Chiapas, Veracruz, Tabasco y Tamaulipas son el nicho de gran parte de los 10 mil<br />

secuestros de indocumentados que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) registró entre<br />

septiembre de 2009 y febrero de 2010. Un 67 por ciento eran hondureños, 18 por ciento de El Salvador, 13<br />

por ciento de Guatemala, y el resto de Nicaragua.<br />

Aunque poco o nada importan para los gobiernos de sus países, cuando llegan a México los<br />

centroamericanos empiezan a comprender lo que de verdad significa la vida en territorio de nadie. Por<br />

delante les quedan ocho mil kilómetros. Día y noche viajan con una amenaza constante frente a ellos.<br />

“Reciben palizas, les extorsionan y someten a abusos sexuales, muchas veces ante la complicidad de las<br />

fuerzas de seguridad locales, estatales o federales. Los vemos llegar cada día subidos en ese tren. Muchos<br />

llegan llorando porque han vivido una pesadilla que nunca olvidarán”, afirma el padre Alejandro Solalinde,<br />

responsable de la Casa del Migrante en Ixtepec, en el estado de Oaxaca.<br />

A este pequeño albergue llegan cada día mujeres que relatan entre lágrimas cómo hombres con aliento a<br />

pulque hacen cola ante ellas para violarlas. En una de esas filas estaba Miriam Suyapa, una salvadoreña de<br />

16 años. Apenas había cruzado la frontera con México y subido al primer tren cuando fue asaltada por dos<br />

hombres. “A mi tío y otros compañeros les desnudaron y robaron todo. A mí me violaron”.<br />

A las mujeres ultrajadas se une una larga lista de secuestros. Sonia relata llorando cómo fue metida en una<br />

habitación a oscuras durante 10 días después de ser secuestrada en Medias Aguas (Veracruz). “Nos<br />

golpeaban a diario. Me pedían el teléfono de mi familia en Estados Unidos, nos pedían tres mil 500 dólares”.<br />

Tuvo la fortuna de poder vivir para contarlo. “Un muchacho tenía ganas de ir al baño, no pidió permiso y lo<br />

mataron a batazos frente a todos. Esas personas no merecen vivir”.<br />

Pero la vida del migrante parece la condena de Sísifo. A pesar de estas experiencias y las continuas<br />

deportaciones (sólo las primeras seis semanas de este año fueron expulsados de México cinco mil 700<br />

centroamericanos), ellos continúan intentándolo, a veces con un pasaporte en el bolsillo marcado para que<br />

no puedean ingresar en Estados Unidos hasta por 80 años. Los animan pequeños recuerdos de esperanza.<br />

Varios migrantes cuentan cómo dormían sobre los vagones y se despertaron por el golpe en la cabeza<br />

causado por una bolsa llena de arroz y de agua. Otros cuentan cómo les robaron todo y, milagrosamente, les<br />

llovió del cielo una bolsa con maíz. Unos y otros hablan de un lugar de Veracruz, de unas mujeres, de una<br />

comunidad conocida como La Patrona.

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