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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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con que nosotros seguíamos para adelante; votando, por ejemplo, la ley de comunicación audiovisual”,<br />

ejemplificó. Esa recuperación puso en evidencia “la absoluta artificialidad de un relato mediático” que se<br />

sustentaba a través de una gran frase ‘disciplinadora’: ningún gobierno resiste cinco tapas negativas del<br />

diario Clarín”.<br />

Laclau sostuvo que la relación entre democracia y liberalismo siempre ha sido conflictiva y que en América<br />

latina “avanzaron por caminos diferentes”. El filósofo y politólogo destacó que los ataques al kirchnerismo<br />

que proceden de aquellos que defienden los valores del liberalismo dan por hecho que “las instituciones son<br />

un terreno neutral cuando son la cristalización de la relación de fuerza entre los distintos grupos”, aclaró. El<br />

politólogo propuso explorar la naturaleza del modelo democrático popular del país porque las democracias<br />

latinoamericanas pueden “ser ejemplos para las democracias europeas”. “Lo que se está dando en América<br />

latina –agregó– es una combinación hegemónica de reconstitución del Estado con las democracias de<br />

masas.” Concluyó la charla con una recomendación: “Ya saben lo que tienen que hacer en las elecciones de<br />

octubre”.<br />

La antielitización latinoamericana<br />

Por Amílcar Salas Oroño *<br />

1 Buena parte de las fuerzas políticas opositoras latinoamericanas evidencian hoy una crisis de identidad. Se<br />

encuentran en un pantano de ideas, una frustración frente a ciertas propuestas políticas impulsadas por<br />

algunos gobiernos de la región. Se trata de una situación que no es simplemente de superficie: en el fondo,<br />

sucede que las elites latinoamericanas están viendo acorralada su capacidad ideológica para transfigurar sus<br />

intereses privados en proyectos políticos mayoritarios propios o afines. En ese sentido, un proceso de<br />

antielitización latinoamericana pareciera también estar constituyendo la escena contemporánea.<br />

2 El dilema para estas fuerzas opositoras es que éstas han incorporado casi como único y relevante principio<br />

de acción aquello que resulta indispensable para las elites: reeditar una posible “armonía” de los intereses<br />

sociales, ser los garantes de una sociedad desconflictuada en la que primen los mecanismos “naturales” de<br />

resolución de demandas, junto con las posiciones de privilegio. Frente a las “desmesuras” de los gobiernos, la<br />

importancia práctica de un “equilibrio”. Puede decirse que elites y fuerzas opositoras se mimetizan o, más<br />

bien, se complementan: los sectores opositores funcionan como descarga discursiva de las elites, con el<br />

apoyo de los medios masivos de comunicación. Pero esa misma pretensión del “fin de los conflictos” presenta<br />

hoy en día serios problemas para relanzarse retóricamente en algunos países.<br />

3 No es en el nivel concreto de la generación de riqueza o como factores de poder que las elites han perdido<br />

terreno; es en una dimensión que, también, resulta clave para la dialéctica social: los imaginarios colectivos.<br />

Las elites no están logrando atravesar y organizar discursivamente como hace un tiempo los diferentes<br />

niveles del lenguaje de las sociedades; como dato elocuente, hay que advertir que la injerencia de los<br />

titulares de Clarín y La Nación, del ABC de Paraguay o del Estado y Folha de Sao Paulo, por mencionar<br />

algunos, ya no generan la misma conmoción en la opinión pública. En ese sentido, la capacidad de las elites<br />

para promover una extensión de sus (auto) principios de legitimación –con sus valores, modelos de<br />

relaciones sociales y metas colectivas– se está viendo fuertemente afectada; como si entre sus<br />

interpretaciones y los imaginarios colectivos se abriera una brecha. Esta circunstancia se debe,<br />

fundamentalmente, a que las elites periféricas han perdido sus puntos de referencia: siempre se han<br />

refugiado y legitimado en sus vínculos con los países centrales y en la promesa de traer lo exterior hacia el<br />

continente como modelo para la modernización de lo arcaico y periférico. Pero mirar “hacia afuera” hoy en<br />

día resulta francamente poco entusiasta: crisis especulativas que se llevan las casas de millones, traslado<br />

forzoso de contingentes de inmigrantes, persecuciones religiosas, modelos de sociedad basados en la<br />

reducción salarial y la devaluación de los derechos adquiridos, o bien el avance de valores como los que<br />

impulsa el Tea Party o los partidos de derecha desde Suecia a Hungría.

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