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LECTURAS DE PRIMERA SEMANA DE JUNIO DE 2011 - Insumisos

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Una de las principales razones de que sea tan importante la unificación política y social es que sólo ese tipo<br />

de unión puede sentar las condiciones que facilitan el mecanismo de ajuste a las carencias de competitividad.<br />

La movilidad laboral es mucho mayor dentro de los países que entre ellos. Las transferencias fiscales<br />

transregionales ayudan a encarrilar el proceso de ajuste. La unidad social y nacional hace casi impensables<br />

las políticas de expulsión, lo que suministra el cemento para mantener en su sitio la disciplina del ajuste.<br />

Nada de eso está todavía anclado en la eurozona. Ni es probable que lo logre en el presente contexto,<br />

dominado por una Alemania renuente a dar cualquier paso hacia una estructura fiscal supranacional: el<br />

gobierno alemán considera eso una puerta trasera por la que se colarían ulteriores rescates a sus “socios”<br />

mediterráneos más “manirrotos”.<br />

Y sin embargo, se necesita imperiosamente algún tipo de expansión fiscal, si se quiere mantener el proyecto<br />

del euro. Desde una perspectiva keynesiana ortodoxa, un déficit fiscal contractivo monta tanto como un<br />

crecimiento económico contraído. Los keynesianos subrayan la importancia causal de los efectos<br />

multiplicadores. Los recortes del gasto público y las subidas de impuestos reducen los ingresos y el gasto en<br />

la economía privada. Si la consolidación fiscal es suficientemente ambiciosa, el resultado es una verdadera<br />

recesión.<br />

Del diseño de la moneda común a la catástrofe de la austeridad fiscal<br />

En el momento de lanzar el euro, se hablaba con mucha esperanza de que un incremento drástico del<br />

comercio y de la inversión entre las naciones de la eurozona crearía una economía europea genuinamente<br />

unificada en la que los distintos niveles nacionales de productividad y de consumo irían convergiendo. Se<br />

partía también del supuesto –que tal vez no era sino vagarosa esperanza— de que el euro terminaría por<br />

crear la convergencia política. Cuando los europeos usaran los mismos billetes y las mismas monedas,<br />

sentirían lo mucho que tienen en común, desarrollando lealtades compartidas y profundizando su unión<br />

política.<br />

Quienes diseñaron la moneda única esperaban una tercera forma de convergencia: entre la opinión de la<br />

elite y la opinión popular. Sabían que en determinados países cruciales, y señaladamente, en Alemania, la<br />

opinión pública no compartía el entusiasmo de la elite política por la creación del euro. Pero esperaban que,<br />

con el tiempo, la gente del común terminaría aceptando la nueva moneda común europea. Hoy resulta claro<br />

que eso no se ha hecho realidad. Hablando crudamente, los mercados estiman ahora que los gobiernos<br />

carecen del compromiso político compartido necesario para subvenir a la estabilidad de la moneda común.<br />

La mayor desventaja que trajo consigo la adopción de la moneda común a falta de una unión política<br />

plenamente articulada es que limita la capacidad de las regiones constituyentes (los países) para ajustarse a<br />

un shock (asimétrico) sirviéndose de su política fiscal nacional para mitigar el impacto deflacionario de ese<br />

shock, y eso, al tiempo que elimina la posibilidad de proceder a ajustes en los tipos de cambio, que sirven<br />

para el mismo fin. La Unión Monetaria Europea no funciona, y sin un mecanismo de redistribución fiscal<br />

federal, nunca será capaz de proporcionar prosperidad. Cada vez que un shock asimétrico se abata sobre<br />

Europa, caerán las naciones débiles. Tratar de imponer directrices fiscales y austeridad al sistema monetario<br />

de la UME no hará sino empeorar las cosas.<br />

La austeridad fiscal que acompañó al período de transición que llevó a la UME, cuando los gobiernos<br />

luchaban por llegar a satisfacer los criterios fijados por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), se<br />

manifiesta ahora en forma de un elevado desempleo persistente y de un creciente subempleo, de<br />

evaporación de las redes sociales de seguridad, de degradación de la infraestructura pública y de crecimiento<br />

del extremismo político.<br />

Una década después de la introducción de la UME, esos problemas, lejos de aminorarse, como anticipaban<br />

quienes propusieron el sistema, crecen. Ahora mismo, Grecia tira la toalla y pide más financiación de la UE<br />

que aquellos 150 mil millones de dólares que parecían más que suficientes hace un año. A pesar de la

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