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JESUS y EL ESPIRITU

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110 Jesús y el Espíritu<br />

Dios» 100. Aludiendo a estos pasajes jesús reconoce el propósito<br />

de la pregunta del Bautista y lo dice. En efecto, afirma: «No<br />

obstante la ausencia de juicio, las bendiciones prometidas para<br />

la plenitud de los tiempos prueban qlle ya está aquí. El día<br />

de la venganza divina todavía no ha llegado; el año de la gracia<br />

del Señor ya llegó» (d. Le 4, 19). «Bienaventurado aquél que no<br />

se escandalizare de mí» (v. 6) corresponde a esto precisamente:<br />

la piedra de escándalo es la proclamación de Jesús de la presencia<br />

de la gracia escatológica de Dios y el «todavía no» de su juicio<br />

final. Los que podían escandalizarse son aquellos que aceptaron<br />

las advertencias del Bautista.<br />

La conclusión parece evidente: la pregunta y la respuesta se<br />

adaptan muy hábilmente a la situación existencial de Jesús y pierden<br />

coherencia si una de las dos respondieran básicamente a una<br />

situación pospascual, pues al menos la substancia del relato debe<br />

de ser considerada como histórica. Las palabras de Jesús en los<br />

vers. 4-6 sólo tienen sentido realmente como una respuesta a la<br />

pregunta presentada por los discípulos del Bautista.<br />

9.4. El significado del pasaje de Isaías 61, 1 para nuestro<br />

presente estudio puede ser expuesto brevemente.<br />

a) Jesús consideró sus hechos y palabras como señales de la<br />

plenitud de los tiempos, como prueba de que las profecías de la<br />

plenitud de los tiempos se habían cumplido. Como advirtió Bultmann,<br />

«la proximidad de la conciencia escatológica» recibe una<br />

expresión enfática en Mt 11, 5 s. / Le 7, 22 s., como en Lc 10,<br />

23 s. / Mt 13, 16 s. 101. Esto confirma y amplía las conclusiones<br />

sacadas de Mt 12, 28/ Lc 11, 20 y Mc 3, 28 s. y par.; que<br />

Jesús vio en la serie extensa de curaciones (no precísamente los<br />

exorcismos) cómo se advertían en su ministerio las señales de la<br />

presencia del reino. Cualesquiera que fueran los «hechos», Jesús<br />

creyó evidentemente que había curado a ciegos, lisiados y mudos<br />

(ciertamente no hay razón para dudar de su fe en que los<br />

leprosos habían sido curados por su ministerio y que los muertos<br />

resucitaron, d. § 12, 3). Y estos fueron «signos de Dios»,<br />

signos para él de la plenitud (manifestaciones de salvación, se<br />

debería advertir, más bien que de juicio, como esperaba el Bautista).<br />

100. J. JEREMIAS, [esus' Promise to tbe Nations, ET SCM Press 1958,<br />

46. 101. R. BULTMANN, Tradition 126 (subrayado por el autor).

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