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JESUS y EL ESPIRITU

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454 Jesús y el Espíritu<br />

A la luz de estas breves consideraciones podemos decir sobre<br />

la autoridad profética lo siguiente: 1) la autoridad profética no<br />

provenía de una designación para el ministerio de la profecía<br />

fuera por parte de un apóstol o de la comunidad. La autoridad<br />

profética procedía única y exclusivamente de la inspiración profética<br />

116. La comunidad no instalaba a uno en el oficio de profeta y<br />

luego le permitía profetizar. Al contrario. Lo que la comunidad<br />

hacía era sencillamente reconocer a uno COmo profeta por haber<br />

estado profetizando ya normalmente. Dicho de otro modo: uno<br />

no profetizaba porque era profeta, sino que era profeta porque<br />

profetizaba. 2) La autoridad profética no la tenían en exclusiva<br />

los profetas. Sólo un apóstol gozaba de autoridad apostólica, pero<br />

cualquier podía profetizar. No hay duda de que Pablo esperaba<br />

que otros miembros de la comunidad, y no sólo los profetas,<br />

serían inspirados para profetizar (cf. 14, 5. 24, Yquizás v. 31) 117;<br />

en esos casos sus profecías gozarían de tanta fuerza y autoridad<br />

como las de los profetas, puesto que esa autoridad se debía al<br />

hecho de profetizar y no al profeta. La única diferencia que<br />

existía entre el profeta y otros miembros de la comunidad era<br />

que aquél profetizaba regularmente, mientras que éstos sólo lo<br />

hacían en ocasiones (pues de hacerlo regularmente también serían<br />

reconocidos como profetas). 3) Más todavía cuando no era el<br />

caso de la autoridad apostólica de Pablo, la autoridad profética<br />

estaba sometida al examen de la comunidad más amplia (ya de<br />

la comunidad como tal, o de los profetas en particular). La propia<br />

conciencia de inspiración que tiene el individuo puede ser suficiente<br />

para que él hable; pero la autoridad que esa manifestación<br />

conlleva para la comunidad dependía de un concepto más amplio<br />

de inspiración, o sea, que se reconociera que su fuente era el<br />

Espíritu de Cristo, y que se viera que su significado estaba de<br />

acuerdo con lo que Cristo quería (cf. 1 Co 2, 16; 7, 40).<br />

116. E. SCHWEIZER, Church Order, 24c: «Su serVICIO se considera<br />

en todas partes como don directo del Espíritu; y la iglesia no elige profetas<br />

como tampoco elige apóstoles» (véase también 7m) Cf. la definición<br />

más general de «ministra» en A. BITTLINGER, Ministries, 24, aunque la<br />

argumentación que después lleva a cabo no tiene: en cuenta la diversidad<br />

y desarrollo en el «ordenamiento eclesial» durante las dos o tres primeras<br />

generaciones (véase § 32, 3; 57).<br />

117. H. GREEVEN, Propbeten, 4-8; 1. GOPPEtT, Apostolic Times, 183;<br />

J. HAINZ, 87 s.; d. C. K. BARRETT, 1 Cor 329; contra A. RICHARDSON,<br />

Theology, 111. M. M. BOURKE, 499.

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