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JESUS y EL ESPIRITU

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542 Jesús y el Espíritu<br />

de sufrimientos. Se trata de aquel que puede reconocerse como<br />

participación del sufrimiento de Cristo; sufrimiento que puede<br />

calificarse de «hacerse semejante a Jesús en su muerte» 166. Sólo<br />

la muerte de Cristo es la que desembocó en la resurrección. Así<br />

que sólo quienes sufren su muerte son los que alcanzarán la resurrección<br />

de entre los muertos de que ya goza él. Volvemos,<br />

pues, a ver aquí que el rasgo característico de la experiencia cristiana<br />

es la conciencia de que en la experiencia del creyente vida<br />

y muerte son inseparables mientras este mundo siga en pie, como<br />

vemos también que Cristo se encuentra inserto tanto en el morir<br />

del creyente como en su nueva vida. Para Pablo la experiencia<br />

religiosa es esencialmente un sentir la identidad con Cristo tanto<br />

en su muerte como en su resurrección, o sea, una conciencia de<br />

Cristo en su vida a través de la muerte.<br />

55.3. Corolarios y puntualizaciones. Es relativamente fácil el<br />

formular de otra manera las diferentes afirmaciones de Pablo sobre<br />

el tema de padecer la muerte de Cristo. Pero no es nada fácil el<br />

adentrarse en estas afirmaciones y el comenzar a entender lo que<br />

constituye uno de los elementos más profundos de la religión y<br />

la teología de Pablo. Sería temerario quien afirmara conocer con<br />

algún detalle el pensamiento de Pablo al respecto. Pero hay que<br />

intentarlo. Antes hay que tener en cuenta, con todo, cinco puntos<br />

aclaratorios.<br />

En primer lugar, Pablo habla de muerte como de algo pasado<br />

en la experiencia del creyente. Al convertirse, el converso murió<br />

al pecado (Rm 6, 2 ss., Ca 2, 19 s.; Col 2, 11 ss. 20; 3, 3).<br />

Pero a la luz de las pruebas aportadas antes, se ve claro que el<br />

«morir» al iniciarse la conversión representa sólo el comienzo<br />

de un proceso de muerte; la identificación inicial con Cristo en<br />

su muerte y su vida de modo que su muerte y su vida puedan<br />

ejercer su influjo en el creyente. La conversión es un acontecimiento<br />

decisivo del pasado, y no se puede dudar de esto en 10<br />

que a Pablo se refiere (d. § 53). Pero, ciertamente, esto no<br />

significa que la antigua naturaleza del creyente (actitudes, valores,<br />

deseos, etc.) esté muerta. o que él mismo haya muerto a ella,<br />

pues sucede todo lo contrario. El morir de la naturaleza vieja y<br />

el morir a ella es un proceso que dura toda la vida) y que no<br />

llegará a su culmen hasta que llegue la muerte o la transforma-<br />

166. No es necesario limitar el pensamiento a padecer el martirio<br />

(contra E. LOHMEYER, Pbilipper, 139 s.).

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