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JESUS y EL ESPIRITU

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140 Jesús y el Espíritu<br />

tinguido por la autoridad divina, como el agente de la determinación<br />

de Dios sobre la plenitud de los tiempos (cf. Mt 12, 28 /<br />

Lc 11, 20).<br />

13.3. La naturaleza carismática de la autoridad de Jesús. La<br />

conclusión que brota de todo esto es la de una autoridad carismática.<br />

El hecho que ya en su propio tiempo su propia presencia<br />

provocara tal respeto e incluso temor, es propio de alguien que<br />

poseía el carisma divino 56. Aquí entendemos por carisma algo<br />

muy parecido al uso moderno de esta palabra, es decir, carisma<br />

como la «habilidad» misteriosa para inspirar miedo y temor, confianza<br />

y seguridad. El carisma de Jesús se hace evidente tanto en<br />

la hostilidad de sus adversarios como en la fe de aquellos a<br />

quienes curó (sanando y perdonando). Evidentemente, era impo.<br />

sible ser neutral ante Jesús una vez que se tropezaba con él.<br />

La autoridad de su misma presencia y de sus palabras implicaba<br />

un reto y una exigencia que no podía ser ignorado y que tenía<br />

que ser o recibido, o rechazado, sin ninguna otra alternativa posible<br />

57.<br />

Su autoridad fue carismática también en el sentido que fue<br />

recibida directamente de Dios, o más bien fue autoridad inmediata<br />

de Dios. Esta es la implicación evidente del «enfático egó»<br />

y del «Amen» de Jesús. Un estilo de hablar que expresaba una<br />

conciencia de autoridad trascendente (d. § 7,2.3). La misma<br />

convicción surge del episodio en el que es cuestionada la autoridad<br />

de Jesús (Mc 11, 28 Y par.), Esto no respondía a la seguridad<br />

personal propia de una abundante erudición derivada de<br />

la enseñanza rabínica, o del propio rango procedente del ceremonial<br />

o del ritual, sino a una poderosa certidumbre poseída de<br />

una forma directa e inmediata; a un conocimiento carismático en<br />

situaciones particulares dentro de la voluntad de Dios. El no recurrió<br />

a otros maestros autorizados como a un precedente o a<br />

una confirmación. Su fuente constante de autoridad no fue la<br />

ley, los padres y las tradiciones, sino su propia certidumbre deque<br />

conocía la voluntad de Dios; una certeza que le impulsaba<br />

a dejar a un lado incluso la autoridad de Moisés cuando no. eran<br />

56. U. WILCKENS, TDNT 7, 515, comenta sobre Me 6, 2: «A la luz<br />

de la imagen tradicional del maestro judío de la ley, Jesús es para él<br />

(para Marcos) el prototipo de los carismáticos de toda la iglesia».<br />

57. El cuarto evangelio lo expresa esto magistralmente al desarrollar<br />

el tema krísis (juicio, separación) y poniendo de relieve las antítesis<br />

de vida-muerte, luz-tinieblas, visión-ceguera, etc. Véase aquí párr. 58, 4.

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