JESUS y EL ESPIRITU

17. lntroduccián
4
Manifestaciones
de la Resurrección
17.1. Cuando volvemos desde nuestro estudio de la experiencia
religiosa de Jesús a aquella de los creyentes y comunidades
cristianas más primitivos, nos damos cuenta en seguida de una
diferencia importante. Donde Jesús fue el sujeto de la experiencia
religiosa, se caracteriza ahora como el objeto de la experiencia
religiosa. La experiencia religiosa del Jesús histórico puede
describirse y caracterizarse como experiencia de Dios de un
modo relativamente correcto. Pero en la experiencia religiosa de
la Iglesia primitiva un nuevo elemento distintivo aparece con
claridad: los primeros creyentes exigen tener experiencia no sólo
de Dios, sino también de Jesús. Por ejemplo, en los Hechos de
Lucas Jesús se enfrenta en visión a Pablo en diversas ocasiones
(18, 9; 22, 17, etc.); Pablo dice de Cristo que vive en él (Ga
2, 20); del mismo modo, las promesas joánicas de Cristo de
habitar en sus discípulos después de su glorificación Un 14, 18­
23). Existen también experiencias que se atribuyen directamente
al Espíritu (por ejemplo, la glosolalia de los Hechos, los carismas
de 1 Co 12-14 y la experiencia de la nueva vida en [n 2,
S; 4, 14; 7, 38 s.): experiencias del Espíritu como aquellas de
Jesús examinadas en el capítulo IIl. Pero también aquí el cuadro
es confuso, pues el Espíritu es descrito por Lucas y Pablo como
el Espíritu de Jesús (Hch 16, 7; Flp 1, 19), y por Juan como
el «otro Paráclito», esto es, como el sucesor de Jesús Un 14, 16).
Ciertamente, el problema de la continuidad y discontinuidad
se plantea aquí de una manera sorprendente. ¿En qué sentido
la experiencia religiosa de los cristianos más primitivos es la