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JESUS y EL ESPIRITU

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2w Jesús y el Espíritu<br />

Que los primeros creyentes comprendieron la restauración<br />

directa de la resurrección de Jesús en la perspectiva corporal está<br />

también sugerido en la tradición de la tumba vacía. El debate<br />

sobre el tiempo y la historicidad de esta tradición es larga y detallada,<br />

y aquí no podemos entrar en ella. Será suficiente decir<br />

que el análisis literario de las tradiciones evangélicas no ha sido<br />

una prueba decisiva ni a favor ni en contra de la antigüedad 104.<br />

Quizá las dos consideraciones más persuasivas en favor de su<br />

esencial historicidad sean éstas: primera, teniendo en cuenta el<br />

(entonces) pensamiento corriente sobre la resurrección descrito<br />

anteriormente, es cuestionable sin una tumba vacía, que los discípulos<br />

hubieran interpretado su experiencia de la manifestación de<br />

la resurrección en términos de resurrección, o que muchos les<br />

hubieran creído cuando proclamaban «Dios ha resucitado a Jesús<br />

de entre los muertos»; es decir, como un acontecimiento pasado,<br />

antes de la resurrección general. Segunda, existe la ausencia importante<br />

de la veneración a una tumba vacía. En la historia de las religiones<br />

(no en último grado, en el judaísmo, Mt 23, 9 / Le 11,47),<br />

la sacralidad de la tumba de un profeta muerto o el lugar del<br />

sepulcro es una característica común 105. Pero nosotros no encono<br />

tramos, en absoluto, ninguna huella de interés en el cristianismo<br />

primitivo sobre el lugar sepulcral de Jesús lOó. Un hecho sorpren-<br />

104. Sobre la historicidad del sepulcro vacío, véase, por ejemplo, VON<br />

H. CAMPENHAUSEN, Empty Tomb 42-89; W. NAUCK, Die Bedeutung des<br />

leeren Grabes fitr den Glauben an den Auferstande11en, ZNT 47 (1956)<br />

243-67; W. PENNENBERG, [esus 100-6; M. HENG<strong>EL</strong>, Maria Magdalena und<br />

die Frauen als Zeugen, en Abrabam unser Vater, Festsehrift für O. MI­<br />

CH<strong>EL</strong>, ed. O. BETz-M. HENG<strong>EL</strong>·P. SCHMIDT, Leiden 1963, 253 ss.; J.<br />

JEREMIAS, Theology 1 300-5; U. WILCKENS, Auferstehung 55-64. 149 ss.;<br />

R. H. FULLER, Resurrection, cap. 3; E. 1. BODE, The First Easter Morning:<br />

the Gospel Accounts of the Women's Visit to the Tomb of jesus,<br />

Roma 1970; G. VERMES, [esus 39 ss. Sobre los argumentos en favor de<br />

que se trata de una tradición tardía, véase especialmente Grass 138-86.<br />

Sobre la discusión de las narraciones del enterramiento, en especial, Me<br />

15, 42-46; véase L. BOERs, Die Urgemeinde und das Brag [esu, Munich<br />

1972.<br />

105. Respecto del judaísmo en particular no tengo más que remitir<br />

a la documentación que ofrece ]. ]EREMIAS, Heiligengriiber in [esu Umuielt,<br />

GOttingen 1958; también Drei toeitere spiit;üdisehe Heiligengriiber,<br />

ZNW 52 (1961) 95·101.<br />

106. 1. SCHENKE, Auferstehungsverkündigung und leeres Grab, Stuttgart<br />

1968, dice que la forma original de Me 16, 1·8 se debió a una leyenda<br />

etiológica resultante de la celebración cultual que tenía lugar junto<br />

al sepulcro la mañana de pascua (lo sigue en esto O'COLLINS, [esus 41).<br />

Esta tesis presupone el aserto de que Me 16, 1-8 no tiene fundamento

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