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JESUS y EL ESPIRITU

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410 Jesús y el Espíritu<br />

tamente, en un sentido básico el charisma no se me concede en<br />

absoluto, sino solamente para lo único que el charisma sirve 295.<br />

El charisma no es algo que un individuo pueda colocar en un<br />

frigorífico, como fuera de la realidad; es la experiencia de la<br />

gracia y del poder en una circunstancia particular y sólo para ese<br />

momento. Nosotros volveremos a este tema en el cap. VIII<br />

(§ 45,2).<br />

43.3. Lo dicho significa, en segundo lugar, que el charisma<br />

es siempre un acto específico de Dios; del Espíritu de Dios a<br />

través del hombre. Es la actividad de Dios; la manifestación del<br />

Espíritu. Es la demostración del Espíritu y del poder (l CA 2, 4),<br />

es decir, la experiencia de estar dominado por otro poder, y, en<br />

el momento preciso, ser obligado a conocer la verdad del mensaje<br />

de Pablo, y a reconocer en ese poder la acción de aquél a quien<br />

se refiere el mensaje. Es decir, el charisma no es la respuesta del<br />

hombre a la gracia. Es la misma gracia de Dios que llega a<br />

expresarse visiblemente. En consecuencia, el cbarisma no debería<br />

entenderse como la consencuencia de la cbaris y tampoco la charis<br />

como el presupuesto del charisma 296. Se sigue, pues, que el ejercicio<br />

de los charismata no presupone, ni depende del «estado de<br />

gracia», ni tampoco el ejercicio de lo carismático logra algún<br />

grado de santificación 297. El charisma es algo dado, algo inacabado;<br />

algo no preparado. Tampoco, repitámoslo, la manifestación<br />

de los charismata hace al creyente más santo 298. No hay ninguna<br />

relación causal inmediata entre el charisma y la santificación<br />

(agiasmós) 299. La misma situación de la Iglesia de Corinto es<br />

bastante clara a este respecto (d. 1 Ca 1, 7 con 3, 1 ss.). Tam-<br />

295. A. BITTLINGER, Graces 63.<br />

296. E. KASEMANN, Ministry 65: «No hay don divino que no conlleve<br />

una tarea, no hay gracia que no lleve a la acción. El servicio no es sólo<br />

la consecuencia de la gracia sino su exteriorización y realización».<br />

297. Compárese el concepto rabínico de profecía en AB<strong>EL</strong>SON, Immanence<br />

cap. 18; P. SCHAFER, Geist 131 s. En este error cayó igualmente<br />

el pentecostalismo clásico, como lo demuestra F. D. BRUNER, A Theology<br />

of the Holy Spirit, Eerdmans 1970, 87·117. 225-67; aunque el criticismo<br />

de Bruner es demasiado radical, pues el mismo pentecostalismo era consciente<br />

del peligro; véase, por ejemplo, C. BRUMBACK, Suddenly, cap. 9;<br />

J. E. STILES, The Gift of tbe Holy Spirit, California, sin año.<br />

298. Véase G. HASENHÜTTL 121 s.; G. MURPHY, Cbarisma and Church<br />

Reneioal, Roma 1965, 69-78. 77; contra K. RAHNER, The Dynamic Element<br />

in {he Cburcb, ET New York 1964, 55.<br />

299. F. PRAT, Theology 1 128; d. A. BITTLINGER, Graces 251.

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