JESUS y EL ESPIRITU

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esté libre de tener que decidir y escoger, cualquier decisión y
elección es potencialmente un tomar partido en pro o en contra
de Dios. A ello se debe el que los tiempos indicativos de textos
como Rm 6 y Col 3 estén inmediatamente seguidos por imperativos.
La experiencia religiosa incluye el tener que tomar decisiones
en el mercado y en la mesa (l Co 10, 25-31). El creyente
tiene que negarse a adaptarse al modelo del mundo en cualquier
sentido, y lo que tiene que hacer es, más bien, dejarse transformar
por la renovación del Espíritu en todos los terrenos. Esto
quiere decir que toda elección y decisión es un intento de realizar
la voluntad de Dios (Rm 12, 2).
Por tanto, para Pablo la experiencia religiosa no es meramente
una parte de una experiencia más amplia de la realidad. No se
trata de algo que uno tiene sólo en tiempos de culto o cuando
se encuentra con otros creyentes. No es algo relacionado especialmente
con los sacramentos o ministerios especiales. Ni tampoco
consiste en experiencias religiosas. Como tampoco se puede reducir
a una serie de experiencias carismáticas o a la experiencia de
carismas individuales. Para Pablo la experiencia religiosa abarca
la totalidad, tanto su vida cultual como su vida mundana, su
vida y su muerte. El morir al mundo y el morir de la carne no
significaban para Pablo el abandono monástico del mundo. La
muerte de Cristo se manifestaba en Pablo, más bien y en definitiva,
mediante su vivir en el mundo, mediante el empeño de su
energía corporal hasta sus límites (y aun más allá). O dicho de
otro modo. Para Pablo toda experiencia es religiosa, porque todo
lleva la marca del segundo Adán; la lleva la muerte de la carne
pecadora y la vida gracias al Espíritu poderoso; la lleva el poder
de su resurrección y la participación en sus sufrimientos (Flp
3, 10). De hecho, hasta las experiencias de frustración y derrota
que tiene el creyente pueden considerarse como parte de ese
morir que desemboca en vida, con tal de que las sienta como
frustración y derrota.
Es de esperar que lo dicho baste para indicar las consecuencias
y corolarios que todo esto tiene para la ética (§ 40,5; 49,2)
y para las posteriores «enseñanzas sobre la santificación» (SS 53­
55). El exponer con más detalle eso nos llevaría más allá de la
finalidad de esta investigación.
56.3. La cuestión que nos planteamos en este capítulo fue la
siguiente: en la experiencia religiosa de Pablo ¿qué fue lo que
la caracterizaba como específicamente cristiana? La cuestión ya