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JESUS y EL ESPIRITU

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El cuerpo de Cristo 457<br />

2) Dado que ambos eran mediadores de tradición, los papeles<br />

y la autoridad del apóstol y del maestro eran muy afines. Pero<br />

ahí se acaba la semejanza. A diferencia del apóstol, la autoridad<br />

del enseñante no se debía a su singular relación personal con el<br />

Jesús resucitado, ni en su designación, ni menos aún en su «oficio»,<br />

sino únicamente en su enseñanza. El apóstol podía ordenar<br />

e impartir directrices, mientras que el enseñante lo único que<br />

podía hacer era enseñar. Más aún, la relación entre enseñante y<br />

comunidad no era tan personal como la existente entre apóstol<br />

y comunidad. En seguida que surgía la relación maestro-discípulo,<br />

como se da en el judaísmo entre rabino y discípulo 123, piénsese en<br />

Corinto 12\ Pablo denunciaba tal situación inmediatamente, procurando<br />

congregar al conjunto de la comunidad bajo la única<br />

bandera de Cristo (l Ca 1, 10-17), puesto que el maestro no<br />

tenía su doctrina propia o una tradición independiente, sino la<br />

única tradición compartida por todas las demás iglesias 125. Y su<br />

autoridad como enseñante se limitaba a la función de transmitir<br />

la tradición.<br />

3) En la medida en que el enseñante pasaba de la simple<br />

transmisión de la tradición a su interpretación, el resultado era<br />

que la base de su autoridad pasaba de la tradición y se situaba<br />

en el carisma. Por tanto, su autoridad se parecía más a la del<br />

profeta que a la del apóstol. Así como el profeta recibía su autoridad<br />

para profetizar del carisma de la fe (Rm 12, 6), el maestro<br />

recibía su autoridad para enseñar del carisma de la docencia (Rm<br />

12, 7) 126. El desarrollo y comunicación de la interpretación por<br />

aquel tiempo no dependería necesariamente de un carisma, sino<br />

que la autoridad de esa interpretación dependería de si ésta se<br />

debía o no al Espíritu, es decir, esta autoridad era realmente una<br />

autoridad de tipo carismático (d. § 41,4). Puede pensarse que,<br />

lo mismo que para la profecía, esa enseñanza se hallaba sometida<br />

123. Respecto de cómo estimaban los alumnos a sus maestros en el<br />

judaísmo, véase A. HARNACK, Expansión I, 416 s.; J. JEREMÍAS, [erusalem,<br />

243 s.<br />

124. Aunque en Corinto posiblemente la idea se refería más a una<br />

relación mística entre bautizante y bautizado basada en la iniciación;<br />

por ejemplo, H. LIETZMANN en H. LIETZMANN-W. G. KÜMM<strong>EL</strong>, 8; HE­<br />

RING, 1 Cor 7; CoNZ<strong>EL</strong>MANN, 1 Kor 49 s.<br />

125. Cf. G. HASENHÜTTL, 203.<br />

126. Cf. LINDSAY, 104. Induce. pues, a error y es injustificada la<br />

afirmación de K. H. RENGSTORF, TDNT 2, 158, en el sentido de que los<br />

enseñantes son sencillamente «no-pneumáticos».

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