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JESUS y EL ESPIRITU

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Manifestaciones de la Resurrección 197<br />

ración de la vida y de los órganos físicos (2 M 7, 11. 23; 14,<br />

46) 91. En los Oráculos IV Sibilinos la esperanza se expresa en<br />

que «Dios mismo formará de nuevo los huesos y las cenizas de<br />

los hombres, y se alzarán los mortales alguna vez como ellos<br />

fueron antes» (181 s.), de tal modo que «todos los que son piadosos<br />

vivirán nuevamente sobre la tierra» (187) 92; Y en 2<br />

Baruch 50, 2 leemos: «Porque la tierra, entonces, reanimará con<br />

seguridad a los muertos... No cambiará ninguno en su forma;<br />

pues como fue recibido, así se le reanimará. Y como yo lo dí a<br />

luz, así lo resucitaré» 93.<br />

En Baruch, al menos, la transformación en una forma de<br />

existencia más gloriosa tiene lugar después de la resurrección<br />

de los muertos, y no simultáneamente con la muerte (2 Baruch<br />

49-51) 94. Es probable que se tratara de este concepto de la resurrección<br />

más imperfecto, menos sofisticado y más directo, que<br />

fue aceptado por los primeros discípulos cuando intentaron conceptualizar<br />

su comprensión de Jesús vivo después de su muerte.<br />

Rasgos de una perspectiva primitiva semejante pueden encontrarse<br />

probablemente en Mt 27, 52 s.; Jn 5, 28 s.; Hch 2, 26 s.<br />

31; 13, 36 ss.<br />

Mt 27, 52 s.; «Se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos<br />

de santos que dormían, resucitaron (egérthesan) y saliendo<br />

de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la<br />

ciudad santa y se aparecieron a muchos». Se trata, obviamente,<br />

de una tradición antigua que Mateo creyó necesario recoger sin<br />

integrarla perfectamente en su relato; y puede reflejar bien de<br />

una u otra forma la perspectiva cristiana primitiva, que la resurrección<br />

de Jesús fue el comienzo (apar;é, 1 Co 15, 20. 23)<br />

91. G. STEMBERGER, Der Leib der Auferstehung, Roma 1972, 16·20,<br />

enfatiza excesivamente el paralelismo con la creaci6n en 7, 28 (ede la<br />

nada»] y no presta suficiente atenci6n al pálin en estos tres versículos, en<br />

especial a su relaci6n con apodíd6mi en 7, 23; 14, 46.<br />

92. D. S. Russ<strong>EL</strong>L, Apocalyptic 376 s.; Sternberger no analiza los textos<br />

de OrSib.<br />

93. Cf. Enoch 46, 6; 51, 1 s.; 4 s.; 61, 5; Test]ud 25; TestZab 10,<br />

1-3; TestBen 10, 6-8; 1QH 11, 10 ss.; y especialmente la controversia<br />

entre Hillel y Shammai en Génesis Rabbah 14, 5.<br />

94. R. LAKE, The Historical Evidence [or the Resurrection of [esus<br />

Cbrist, Williams & Norgate 1907, 24 ss.; d. Stemberger 87 ss. Véase también<br />

S. H. HOOKE, The Resurrection of Cbrist, Darton, Longman & Todd<br />

1967, 18-22; WILCKENS, Auferstebung 124·27. R. S. FULLER, Resurrection<br />

17 s., examina los textos con demasiada brevedad y de modo unilateral.

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