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JESUS y EL ESPIRITU

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296 Jesús y el Espíritu<br />

Otros dos aspectos de este sentido inicial de comunidad deben<br />

de ser mencionados: el bautismo y la fracción del pan. Según<br />

nuestro mejor conocimiento, el bautismo fue una característica de<br />

la Iglesia más primitiva desde los comienzos 117. Es lógico aceptar<br />

que la adopción del bautismo por los creyentes más primitivos<br />

fue una expresión ulterior e inmediata de su sentido de comunidad<br />

escatológica. Puesto que el rito fue tomado de Juan el Bautista,<br />

sirvió probablemente al inicio como una expresión de arrepentimiento,<br />

y como preparación para la inminente consumación<br />

!lB. (Un énfasis que no nos sorprende falta en el relato de<br />

Lucas). Pero muy rápidamente llegó a establecerse como el rito<br />

de entrada en la comunidad de la plenitud de los tiempos y como<br />

la expresión del compromiso del iniciado con la comunidad y con<br />

su Señor (Hch 10, 48) 119.<br />

No pasa inadvertido el hecho de que el bautismo parezca<br />

haber sido celebrado «en el nombre de Jesús» desde los comienzos<br />

(Hch 2, 38; 8, 16; 10, 48; 19, 5; d. 1 Ca 1, 13). Esto<br />

muestra claramente que Jesús resucitado fue considerado como el<br />

jefe de la comunidad: no sólo él comisionó personalmente a las<br />

personas y apóstoles principales en las manifestaciones de la resurrección<br />

y dirigió su misión a través de visiones y otros intermediarios<br />

celestiales (d. § 32,1); sino que también el iniciado<br />

para unirse a la comunidad tenía que reconocer su autoridad<br />

(Hch 2, 21; 9, 14.21; 22, 16; d. Rm 10, 12 ss.; 1 Ca 1, 12 s.),<br />

y el rito de admisión era celebrado bajo su autoridad y poder<br />

(d. p. 267). Apenas necesito añadir que en esta época la «administración»<br />

del bautismo difícilmente era entendida como un<br />

«carisma» u «oficio», de tal modo que sólo un individuo debidamente<br />

reconocido (apóstol, profeta u otro) pudiera celebrarlo.<br />

Se trataba, más bien, de una ceremonia carismática en el sentido<br />

de que siempre que un pretendiente llegaba a la conversión era<br />

bautizado por cualquier creyente que estuviera disponible; probablemente,<br />

como norma general, por uno que hubiera sido instrumento<br />

de su conversión, aunque no necesariamente (Hch 8,<br />

12 s. 38; 9,18; 10,48; 16,33; 18,8; d. 1 Ca 1, 14. 17)120.<br />

117. G. R. BEASLEy-MuRRAY, Baptism 93-99.<br />

118. Cf. R. BULTMANN, Tbeology 1 39.<br />

119. Véase, además, J. D. G. DUNN, Baptism 96-ÍOl.<br />

120. CL K. MUNCH, Paul 18, nota 1.

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