JESUS y EL ESPIRITU

El cuerpo de Cristo 455
Resumiendo, para Pablo la autoridad profética es autoridad
carismática y no autoridad de un oficio; no es algo que se tenga
continuamente, sino que se da sólo en cada carisma de profecía
o en el examen comunitario a que se somete esa profecía. La
autoridad reside en el carisma y no en ninguna otra cosa; pero
a causa de sus repercusiones sobre la comunidad, hay que controlar
la amenaza que para ésta puede suponer un inspiracionismo
egoísta.
48.2. Maestros. 1 Co 12, 28 implica también que en Corinto
existía un grupo reconocido de maestros; d. igualmente Ca
6, 6 118 • Las pruebas de que disponemos son aun más exiguas que
en el caso anterior; pero parece que los enseñantes tenían una
doble función en las comunidades paulinas. En primer lugar, era
responsabilidad de ellos el transmitir la tradición, recibida presumible
y primordialmente del apóstol fundador; esa tradición
consistía especialmente en el kerygma y las palabras de Jesús
(d. Rm 16, 17; 1 Co 4, 17; 11, 2; Col 1, 28; 2, 7; 2 Ts
2, 15; 3, 6) 119. La necesidad de esta función transmisora era
obvia para alguien tan consciente como Pablo de la importancia
de estar en comunión con quienes le habían precedido en la fe
(1 Co 11,23; 15, 3; Ca 2, 2. 7 ss.). De hecho, la importancia
de la función docente dentro de las comunidades paulinas es uno
de los ejemplos más claros de su entroncamiento con la comunidad
cristiana procedente del judaísmo y con el judaísmo mismo
120. Es cierto que su término favorito katechéó (instruir, 1 Co
14, 19; Ca 6, 6), vocablo apenas conocido en el vocabulario
religioso judío, puede que represente un intento por parte de
Pablo de resaltar lo específico de la enseñanza cristiana 121.
La segunda función del maestro consistía en interpretar la
tradición y, en consecuencia, su desarrollo. La finalidad más obvia
sería la interpretación de pasajes de los LXX como profecías de
Jesús 122; pero situaciones y temas nuevos requerirían una ínter-
118. H. GREEVEN, Propbeten, 16 s.; contra J. BROSCH, Cbarismen,
112ss.
119. Véase también H. GREEVEN, Propbeten, 18-24; K. KERTELGE,
Gemeinde, 122 s. Aquí no se puede hacer una fuerte distinción entre
«kérygma» y «didaché», entre materias de fe y materias de costumbres
(ética) (d. «evelacién» antes, en § 40).
120. K. H. RENGSTORF, TDNT 2, 157; H. GREEVEN, Propbeten, 24 ss.
121. BEYER, TDNT 3, 639.
122. Véase también antes p. 299 s. Cf. especialmente JUSTINO, Diálogo.