JESUS y EL ESPIRITU

La experiencia carismática 369
experimentó o presenció tales palabras proféticas en diferentes
asambleas (cf. 2 Co 1, 3 ss.).
b) 14, 6. 26. 30. La profecía edifica porque se presenta frecuentemente
como una palabra de revelación. La frecuencia con
la que Pablo habla de revelación en 1 Co 14 indica que se trata
de una característica corriente entonces en la asamblea y una fOJma
típica de-las expresiones inspiradas para Pablo 153. Ciertamente,
la profecía y la revelación son casi sinónimas en 14, 26-32.
Nuestro estudio anterior del charisma de revelación nos da algunas
ideas sobre lo que Pablo pensaba en estos pasajes: la palabra
de revelación iluminaría nuevamente el acontecimiento de la salvación
de Jesucristo, o la relación entre el Señor resucitado y su
comunidad, o el cosmos, sea el actual o el futuro, o manifestaría
alguna orientación práctica de compromiso para un individuo o
grupo. Ello incluiría simultáneamente el pronóstico y la profecía.
Ciertamente, nosotros no podemos admitir que la profecía interesara
en sí misma sólo cuando proponía o elaboraba contenidos
doctrinales (la profecía como materia prima de la teología sistemática);
o sólo cuando contenía advertencias sobre realidades
cotidianas de interés o de comportamiento ético. La amplitud del
concepto de revelación propio de Pablo fue algo que advertimos
anteriormente, y no podemos, en consecuencia, disminuir el contenido
de la profecía.
La profecía como revelación puede, por supuesto, corresponder
en parte a la profecía como exhortación y consolación; la palabra
revelada puede ser también una palabra de requerimiento
o de consolación. Dentro del corpus paulino, tenemos nosotros un
ejemplo claramente seguro de una revelación profética que implica
consuelo, en 1 Ts 4, 15 ss. Pablo envía a los Tesalonicenses una
palabra de profecía (