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JESUS y EL ESPIRITU

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442 Jesús y el Espiritu<br />

lo soy, pues sois el sello de mi apostolado en el Señor». Por<br />

consiguiente, en contra de una opinión todavía muy generalizada,<br />

apóstoles eran, al menos para Pablo, personas que gozaban de<br />

autoridad pero no en todas y cada una de las Iglesias, sino que<br />

su autoridad se limitaba al ámbito de actividad propia, a las<br />

Iglesias que habían fundado (Ca 2, 9).<br />

Donde con mayor claridad se ve esta delimitación de la autoridad<br />

apostólica es en 2 Co 10-13. A lo que Pablo se opuso con<br />

toda decisión fue precisamente a los apóstoles de la misión judía<br />

que intentaron ejercer su autoridad en Corinto 78. No resulta<br />

totalmente claro en qué fundaban sus pretensiones de autoridad<br />

apostólica los adversarios de Pablo. Sabemos que se llamaban a<br />

sí mismos apóstoles en parte al menos debido a que eran representantes<br />

de los apóstoles de Jerusalén (1os «superapóstoles» de<br />

11, 5; 12, 11)79. Aquí el concepto de apóstol se derivaría primordialmente<br />

del hebreo sbaliab que es un enviado con la plena<br />

autoridad del que envía y al cual representaba. Los rabinos 10<br />

expresaban así: «El enviado por uno es el mismo que envía» so.<br />

Así que desde esta perspectiva la autoridad que se atribuían los<br />

contrincantes de Pablo en 2 Co 10-13 era la de los apóstoles<br />

jerosolimitanos. Pablo se opuso a tal pretensión esgrimiendo dos<br />

razones: en primer lugar, Jerusalén no podía ejercer autoridad<br />

apostólica en Corinto; el único que podía ejercerla era el que<br />

primeramente les había traído el evangelio, el fundador de la<br />

Iglesia (la, 13-16; 11,2; 12, 14)81. En segundo lugar, la pretensión<br />

de sus adversarios considerándose apóstoles, representaba<br />

una inadmisible confusión de los dos sentidos del término «apóstol»,<br />

que Pablo tenía tan claro (d. p. 438 s.); confusión entre<br />

apóstoles como enviados por hombres o por una Iglesia y após-<br />

78. La demarcación entre las misiones judías y gentiles (Ga 2, 9)<br />

quizás se había borrado con una visita de Pedro a Corinto (? d. 1 Ca<br />

1. 12; C. K. BARRETT, Cepbas and Corintb, en Abrabam unser Vater,<br />

Miche1 Festschrift 1-12).<br />

79. Véase E. KXSEMANN y C. K. BARRETT (antes nota 39); así tamo<br />

bién HÉRING, II Cor 79; L. GOPP<strong>EL</strong>, Apostolic Times, 179. Otros negarían<br />

que los «super-apóstoles» sean distintos de los «falsos profetas»<br />

(11, 13); así J. ROLOFF, Apostolat, 78 s. y los autores que cita: Kümmel,<br />

Bornkarnrn. Bultmann, Klein y Munck (nota 129).<br />

80. Véase especialmente K. H. RENGSTORF, Apostolat; también TDNT<br />

T 414 ss.; T. W. MANSON, The Cburcb's Ministry, Hodder & Stoyghton<br />

1948, 35-44. Adviértase que se habla de «cartas de recomendación» en<br />

CA 3, 1 y d. RENGSTORF, TDNT 1 417.<br />

81. Véase, ante todo, C. K. BARRETT, II Cor, sobre estos versículos.

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