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JESUS y EL ESPIRITU

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El Espíritu de Jesús 551<br />

planteada por el relato de Lucas sobre la pnmitrva cristiandad<br />

palestinense se hizo todavía más candente cuando advertimos 10<br />

ambigua que era (y es) la experiencia carismática. La experiencia<br />

de inspiración, de éxtasis y de poder espiritual no son nada excepcional<br />

en la historia de las religiones. Por suerte Pablo era<br />

muy consciente de esta cuestión y la respuesta que él dio la<br />

hemos resumido en la expresión «conciencia de Cristo». El Espíritu<br />

carismático se hace característico para Pablo cuando se<br />

manifiesta también como el Espíritu escatológico, o sea, más<br />

exactamente, como el Espíritu del Hombre escatológico, Jesucristo.<br />

La inspiración y el poder son característicos del cristiano<br />

cuando llevan la impronta del mundo nuevo, la del Unico que<br />

atravesó y rompió las ataduras del mundo viejo en la muerte y<br />

alcanzó la vida del mundo futuro. La conciencia de gracia es<br />

cristiana sólo cuando es también conciencia de Cristo, o sea, cuando<br />

se trata inconjundiblemente de la gracia que se manifestó del<br />

modo más pleno en la vida, muerte y resurrección de Jesús.<br />

Por tanto, en resumidas cuentas, lo que distingue a la experiencia<br />

cristiana de las experiencias semejantes de otras religiones<br />

es la identidad entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. En<br />

concreto, los paralelismos existentes con las experiencias propias<br />

de los misterios cúlticos de entonces, paralelismos tan explotados<br />

por los estudiosos de la historia de las religiones en los albores<br />

de este siglo (véase § 52,2), se vienen abajo una y otra vez por<br />

el hecho de que la vida, muerte y resurrección de Jesús constituyen<br />

un acto de revelación incomparable y central del pasado, al<br />

que se debe la tensión escatológica de la experiencia cristiana con<br />

sus corolarios soteriológicos y éticos del ya, pero todavía-no, tan<br />

específicamente cristianos. Esos paralelismos no resisten el hecho<br />

de que la experiencia de poder e inspiración tiene que definirse y<br />

determinarse no sólo por su referencia a Cristo, el Espíritu vivificante,<br />

sino por la que tiene con Cristo el crucificado. Esos paralelismos<br />

no se mantienen en pie a causa del hecho de que la experiencia<br />

cristiana puede y tiene que enjuiciarse, probarse y medirse<br />

con respecto al acontecimiento de Jesucristo, con respecto a la<br />

persona del hombre Jesús, de sus relaciones y ministerio, de su<br />

vida y muerte 183. De acuerdo con el criterio de Cristo, crucificado<br />

183. Cf.]. D. G. DUNN, CSNT 141. Véase. además, H. A. A. KENNE­<br />

DY, Paul, 146. 214 s., 220-28; J. SCHNEIDER, Passionsmystik, 107-17; G.<br />

SCIIRENK, Geist, 117; A. WIKENHAUSER, Mysticism, cap. 4. Sobre la cuestión<br />

concreta del influjo de la religión de los misterios sobre el concepto

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