JESUS y EL ESPIRITU

210
Jesús y el Espíritu
tirse con palabras y únicamente podrían perderse al decirlo. El
sólo podía decir: «Jesús ha resucitado; él se me apareció a mí».
Decir algo más hubiera sido decir menos. Su modo de ser y su
conducta debían decir el resto 128.
Es interesante advertir, quizá como confirmación, que las
manifestaciones de la resurrección que están más elaboradas son
aquellas en las que se apareció a más de una persona al mismo
tiempo. No conservamos ningún relato de las manifestaciones a
Pedro, a Santiago, a Pablo (como manifestación de resurrección),
o a cualquiera otro de los apóstoles (cf. cap. V, nota 36), mientras
que existen diversos relatos que, probablemente, deben su
origen en última instancia a la manifestación a «Íos doce» (Mt
28; Le 24; ] n 20, 21). Quizá una explicación parcial puede
ser ésta: la misma cualidad subjetiva, imaginaria e intensamente
personal, que hizo retroceder al individuo ante cualquier intento
de describir su experiencia, hizo también, por el contrario, conceptualizar
la experiencia cuando estaba incluido más de uno;
la variedad de la percepción individual y personal y la acogida
dentro de una experiencia corporativa dio al predicador y maestro
el alcance que le faltaba en el caso de Pedro, de Santiago y de
los demás individuos.
e) La manifestación(es) a las mujeres (Mt 28, 8 ss.; Jn 20,
14-18). La condición histórica de estas narraciones constituye un
problema importante. La posibilidad real de la existencia Je alguna
manifestación precedente a la manifestación a Pedro parece
excluirse en Pablo, Marcos y Lucas (1 Co 15, 5; Me 16, 6-8;
Le 24, 22 ss.). Marcos y Lucas hablan sólo de las mujeres que
vieron el ángel(es) (Me 16, 5 ss.; Le 24, 4 ss.). Lucas especifica
la experiencia, como una angelofanía (