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JESUS y EL ESPIRITU

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Conciusián 571<br />

jeres 49. Lo mismo hay que afirmar sobre «el discípulo amado».<br />

Sea cual sea la realidad histórica que le sirve de fondo, lo que<br />

probablemente intenta Juan es simbolizar en él al creyente como<br />

individuo (¿carismático?) en lo referente a la inmediatez y cercanía<br />

propias de su relación con Jesús (fn 13,23 ss.; 20,2_S}50.<br />

Algo parecido es lo que ocurre en 1 Jn 2, 27, donde la unción<br />

del Espíritu descarta la necesidad de doctores; el Espíritu que<br />

habita en cada creyente es más que suficiente como maestro. En<br />

resumen, en toda la obra de Juan no existe una idea real de<br />

ministerio y mucho menos de ministerio oficial. Todo se mira<br />

desde el punto de vista de la relación inmediata de cada persona<br />

con Dios mediante el Espíritu y la palabra SI.<br />

Queda claro, pues, por qué es tan completa la idea que Juan<br />

tiene de la relación existente entre Espíritu y palabra. Eso tiene<br />

que ocurrir dondequiera que la comunidad carismática no ofrezca<br />

controles, pues entonces es la experiencia religiosa del individuo<br />

la que tiene que proporcionar sus propias barreras 52. Por tanto,<br />

49. G. HASENHÜTTL, 264' nos recuerda la enorme importancia que<br />

reviste el testimonio de mujeres en favor de Cristo en el cuarto evangelio;<br />

véase especialmente In 4. 11. 20.<br />

50. Cf. A. KRAGERUD, Der Lieblingsiünger im [obanneseuangeluim,<br />

Oslo 1959; E. SCHWEIZER, Church Order, 11i; R. E. BROWN, [obn, 94 s.<br />

51. E. SCHWEIZER, Church Order, 11. 12c; también Concept 01<br />

Cburcb, 237; C. F. D MaULE, Indiviudualísm, 185: «Este es, por excelencia,<br />

el evangelio del acercamiento del alma individual a Dios»; d.<br />

E. KASEMANN, Testament, 40. In 21, 15 ss. y 3 In 9 s., no están contra<br />

esta conclusión, puesto que el primero es un apéndice al evangelio, debiéndose<br />

probablemente a otra mano (véase W. G. KÜMM<strong>EL</strong>, Introduction,<br />

148 s.; N. del Tr.: TALAVERO, Pasi6n, 90), y en el último texto el autor<br />

indudablemente que protesta contra el intento de Diotrefes de imponer<br />

su autoridad al resto de la comunidad. El ataque de «el anciano» contra<br />

Diotrefes lo mejor es entenderlo como la respuesta de un pietismo antieclesiástico<br />

e individual contra la creciente influencia del temprano catolicismo;<br />

d. especialmente E. KXSEMANN, Ketzer und Zeuge, ZTK 48 (1951)<br />

309 ss., por más que sus ulteriores especulaciones son mucho más problemáticas.<br />

No hay prácticamente nada que apoye la idea de que «padres»<br />

y «jóvenes» (1 In 2, 12 s.), son títulos formales y quizás equivalentes<br />

a «ancianos» y «diáconos» (contra J. L. HOULDEI'í, Tbe [obannine Epistles,<br />

A. & C. Black 1973, 4. 70 s.).<br />

52. La prueba de 1 In 4, 1 ss. quizás lo mejor sea no tomarla como<br />

algo intraesclesial y que algunos miembros tendrían que aplicar a la<br />

manifestación inspirada de los otros. Más bien parece que se trata de<br />

una prueba que el creyente concreto puede aplicar cuando se encuentra<br />

en el mundo (4, 1. 4 s.), prueba mediante la cual puede reconocer a un<br />

hermano. De hecho en 4, 1·6 tenemos dos pruebas: el forastero se revelará<br />

como hermano si a) hace una profesión de fe buena (4, 1·3) y b) si,<br />

acepta el mensaje del creyente (4, 4-6).

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