JESUS y EL ESPIRITU

El Espíritu de Jesús
54. El Espíritu de Jesús
Como hemos visto, el elemento del ya en la experiencia cristiana
Pablo lo entiende primordialmente a la luz del Espíritu
escatológico. Analizando más en detalle su idea del Espíritu, se
descubre inmediatamente lo específicamente cristiano. Para Pablo
el Espíritu es el Espíritu de ] esús. Era el mismo Espíritu escatológico
que los profetas vislumbraban en lontananza; el mismo
poder que habían experimentado los conversos de Pablo al librarlos
de la esclavitud de la ley, al inundar su corazones y transformar
sus actitudes (1 Ts 4, 8 con Ez 37, 14; 2 Co 3,3.6 con
]r 31, 31-33; Ez 36, 26; Rm 5, 5 con ]1 2, 28). Se trataba del
mismo Espíritu que ungió a Jesús (2 CoI, 21) 81, pero para Pablo
se ha convertido ahora de algún modo en «el Espíritu de Cristo»
(Rm 8, 9), «el Espíritu del Hijo de Dios» (Ga 4, 6), «el Espíritu
de Jesucristo» (Flp 1, 19)82. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Por
qué une de esa forma el Espíritu y Jesús? ¿Qué significan estas
sentencias preposicionales?
54.1. Jesús como la definición del Espíritu. La primera respuesta
que uno descubre es que en varios puntos centrales de sus
cartas Pablo caracteriza la experiencia cristiana del Espíritu remitiendo
a Jesús. Cuando quiere distinguir su propia experiencia
religiosa y la de sus conversos de la que sus contrarios decían
tener o de alguna otra no cristiana, entonces lo que resalta es lo
que podríamos llamar la característica-] esús de la experiencia cristiana,
o sea, Jesús como centro de esa experiencia.
Pienso, en primer lugar, en 1 Co 12, 3, del que ya nos hemos
ocupado (pp. 375 s.). Hemos visto que Pablo era muy consciente
de que en la experiencia extática y carismática no había nada específicamente
cristiano (12, 2). Por tanto, lo primero que intenta
es concretar más detalladamente la naturaleza de la experiencia
cristiana carismática. El distintivo de que una inspiración se
debe al Espíritu de Dios es la profesión de que Jesús es Señor.
Cualquier inspiración que niegue el kerygma de la muerte y resurrección
de Jesús, está delatando que su fuente no es el Espí-
81. Sobre estos textos véase J. D. G. DUNN, Baptism, 105 s., 133.
135. 139.
82. Cf. Hch 16, 7; véase antes p. 291; Y sobre Juan véase luego
S 58, 1.
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