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JESUS y EL ESPIRITU

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El Espíritu de Jesús 511<br />

El cuerpo está muerto porque el cristiano, como carne, sigue<br />

siendo miembro del primer Adán -muerto respecto de Dios,<br />

muerto en el pecado, orientado hacia la muerte-; el «cuerpo» de<br />

que habla Pablo en 8, 10 es el mismo «cuerpo de muerte» al<br />

que se refirió en 7, 24. Pero, al mismo tiempo, el cristiano tiene<br />

también el Espíritu, participando, por tanto, de la vida del segundo<br />

Adán, el Espíritu vivificante, y, en cuanto poseedor del Espíritu,<br />

está vivo respecto de Dios y muerto al pecado 70.<br />

Aunque todavía no hemos acabado con Rm 8, ya resulta claro<br />

que no hay ningún otro lugar en el que Pablo describa más plenamente<br />

la experiencia moral del cristiano como lo hace en Rm<br />

7, 14; 8, 25. En estos versículos la experiencia del creyente se<br />

presenta claramente como la de una guerra entre carne y Espíritu.<br />

No es una guerra respecto de la cual el creyente se pueda<br />

distanciar y tomar una postura de mero observador o árbitro<br />

neutral. Al contrario, se encuentra en ambos campos, como creyente<br />

vive en ambos niveles, en la carne y en el Espíritu, al<br />

mismo tiempo, y la demarcación atraviesa el «yo» creyente 71.<br />

Precisamente debido a que vive simultáneamente en ambos niveles,<br />

es por lo que continuamente tiene que escoger entre ambos,<br />

o la carne o el Espíritu. «Yo» en mi «hombre interior», como<br />

mente renovada, como hombre de Espíritu, tengo que escoger<br />

contra mi «yo», como carne. Eso se puede hacer por el poder del<br />

Espíritu. Pero la elección hay que hacerla, y hacerla repetidamente,<br />

si es que se quiere que al final el triunfo sea de la vida<br />

y no de la muerte. Resumiendo, si Rm 7, 24 es el grito de frustración<br />

del creyente durante toda su vida, 7, 25a representa su<br />

agradecimiento por la esperanza escatológica, y 7, 25b representa<br />

su tranquilo realismo cara al presente y a la luz de esas dos<br />

realidades.<br />

53.4. Por consiguiente, lo específico del concepto de Pablo<br />

sobre la experiencia religiosa comienza a tomar contornos más<br />

definidos, precisamente en la tensión del «ya, pero todavía no»<br />

de la experiencia del creyente y en el carácter que tiene de guerra<br />

entre carne y Espíritu. El modo con que Pablo mantiene tan firmemente<br />

la tensión es lo que distingue su soteriología de la defen-<br />

70. Cf. W. GRUNDMANN,. TDNT 1 313; DIB<strong>EL</strong>IUS, Paulus und die<br />

Mystik, 150; W. PFISTER, Leben, 46.<br />

71. Cf. R. BULTMANN, Romans 7, pp, 177 ss.; G. BORNKAMM, Sin,<br />

96 ss.; O. Kuss, Riimerbrie], 563.

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