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JESUS y EL ESPIRITU

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La experiencia de Jesús acerca de Dios. La filiaci6n 77<br />

es erróneo hablar de una conciencia de «filiación divina». Y es<br />

claro que referirse a una conciencia de preexistencia está más<br />

allá de lo que se puede probar 148.<br />

Después de todo, el concepto total de filiación en Israel era<br />

de adopción más bien que de creación 149. Y el rey de Israel<br />

podía ser saludado como hijo de Dios (Salmo 2, 7); pero el<br />

hijo nunca era considerado como poseyendo una naturaleza divina,<br />

y a los profetas, quienes con frecuencia criticaron a los reyes,<br />

nunca parece habérseles acusado de exigir la divinidad 150; mientras<br />

que impugnaron ciertamente a los reyes de las naciones vecinas<br />

por este motivo (Is 14, 12 ss.; Ez 28, 1-10) 151. De modo<br />

semejante, el hombre justo de la Sabiduría 2, citando anteriormente<br />

(p. 61), no sería acusado de exigir la «filiación divina».<br />

Por supuesto, el título «Hijo de Dios» y últimamente el dogma<br />

de una filiación esencial y sustancial, «nacido del Padre antes de<br />

todos los siglos», desarrolló la comprensión de Jesús en sí mismo<br />

como hijo de Dios 152. El proceso se inició ya en los documentos<br />

del Nuevo Testamento, añadiendo el título pleno de divinidad en<br />

diversas narraciones evangélicas 153, particularmente en la presentación<br />

joánica de Jesús. Además, y es lo más importante, como<br />

hemos visto, Jesús creyó que su filiación fue algo diferente<br />

(incluso único en el caso de que Mt 11, 27, pudiera ser aceptado<br />

como una palabra auténtica de Jesús). Sin embargo, no está<br />

nada claro lo que podemos entender de aquel sentido de distinción,<br />

y tendremos que volver al tema, desde la luz de nuestra<br />

148. Cf. G. DALMAN, Words 287; en contra O. CULLMANN, Cbristology<br />

288, citando a A. SCHWEITZER, Cbrist 91; véase también en B. M.<br />

F. VAN IERS<strong>EL</strong> 161.<br />

149. T. W. MANSON, Teaching 91; B. M. F. VAN IERS<strong>EL</strong> 105.<br />

150. G. DALMAN, Words 272; A. A. ANDERSON, The Psalms, Olíphants<br />

1972, 68; véase, además, H. RINGGREN, Israelite Religion, ET<br />

SPCK 1966, 232 s.<br />

151. Una posible excepción es Sal 45, 6. Pero véase A. R. JOHNSON,<br />

Sacral Kingship in Ancient Israel, Cardiff 1955, 27; J. A. EMERToN, Tbe<br />

Svntactical problem 01 Psalm 45, 7, JSS 13 (1968), 58-63. Debo estas<br />

referencias a mi compañero G. l. Davies.<br />

152. La relación entre «Hijo de Dios» e «Hijo-Padre» es probablemente<br />

más directa de lo que F. HAHN, Titles 313, admite y puede muy<br />

bien basarse en las palabras de Mc 1, 11: «Tú eres mi hijo», expresión<br />

que puede hacer pensar en el mesianismo real pero que, de hecho, tiene<br />

más que ver con la actitud del abba que con el título «Hijo de Dios»;<br />

d. W. BOUSSET, Kyrios Cbristos 95, y lo que diremos después, párrafo 10.<br />

153. En especial Mt 14, 33 (d. Mc 6, 51 s.); Mt 16, 16 (d. Mc 8,<br />

29) Y Mc 15, 39 / Mt 27, 54 (d. Le 23, 47).

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