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JESUS y EL ESPIRITU

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Manifestaciones de la Resurreeci6n 209<br />

ha aparecido a Simón») 125. Esta primacía de Pedro como testigo<br />

resucitado se conforma por el primer puesto que la tradición le<br />

atribuye; particularmente, su caudillaje inicial en la comunidad<br />

de Jerusalén (Ca 1, 18; Hch 1-5). Y quizá puede reflejarse también<br />

en su autoridad como Cefas, la «roca», y como el poseedor<br />

de «las llaves del reino de los cielos» (Mt 16, 18 s.) 126. Concedida,<br />

entonces, la importancia suprema de la manifestación a Pedro,<br />

es sorprendente que no tengamos ningún relato de ella, en<br />

absoluto 127. Uno habría pensado que Lucas, en particular, aprovecharía<br />

la oportunidad de presentar un relato convincente de<br />

manifestación al testigo clave. Esto sugiere seriamente que ningún<br />

relato semejante fue aprovechable para él, incluso en forma<br />

rudimentaria, lo cual implica, a su vez, que el mismo Pedro no<br />

hizo ningún intento de elaborar su experiencia, ni en términos<br />

imaginarios, ni tampoco en términos físicos. La conclusión que<br />

parece seguirse es que la experiencia de Pedro fue similar a la de<br />

Pablo: ;Pedro no dudó, en absoluto, que Jesús se le había aparecido,<br />

pero no pudo describir después tal experiencia. Proba.<br />

blemente, existió un elemento de visión, como queda implicado<br />

en el opbtbe de 1 Co 15, 5, y con el opbtbénai llegó la certeza<br />

de que fue perdonado y enviado por Jesús (como aparece en<br />

]11 21, 15 ss.; Le 22, 32 Y quizá en Mt 16, 18 s.). Pero, al final,<br />

la manifestación fue, posiblemente, algo tan intensamente personal<br />

que su carácter e importancia plenas no podían transmi-<br />

125. Véase también }n 20, 3-10. W. MARXSEN, Resurreetion 58 s.:<br />

«Esta historia de los discípulos indudablemente que intenta resaltar la<br />

superioridad de Pedro de la manera que sea»; también R. H. FULLER, Resurrection<br />

135 s. Es cierto, pero Marxsen lleva su argumentación más allá<br />

de lo que el texto da de sí. (Cf. S. TALAVERO, Pasi6n 141. N. del Tr.).<br />

126. Mt 16, 17-19 es uno de los ejemplos más aceptables en el sentido<br />

de que material pospascual se ha colocado entre los hechos prepascuales<br />

de la vida de Jesús; véase, por ejemplo, R. BULTMANN, Tradition<br />

258 s.; H. VaN CAMPENHAUSE, Authority 129; G. BONRKAMM en Borokarnm-Barth-Held<br />

44 s.; W. GRUNDMANN, Mattbaus 385; FULLER, Resurreetion<br />

166 ss. 203, nota 52. Pero véase también O. CULLMANN, Peter: Disciple,<br />

Apostle, Martyr, ET SCM Press 21962, 164-217; J. JEREMIAS, Theology<br />

1 167 s. 245; E. TROCMÉ, }esus 59.<br />

127. Me 6, 45-52; Le 5, 3·11 Y Jn 21, 1·14 se han propuesto como<br />

narraciones de encuentros de resurrección a Pedro «en figura disimulada»<br />

(Hirsch); asimismo la transfiguración (Me 9, 2·8) - tan bien «disimulado»<br />

que resulta irreconocible en' cuanto encuentro de resurrección con Pedro<br />

solamente-o Véase también R. H. FULLER, Resurrection 160-66. Jn 21, 15­<br />

17 tiene la mayor probabilidad en este sentido, pero es sumamente dudoso<br />

el que deba algo de su forma actual a Pedro mismo.<br />

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