JESUS y EL ESPIRITU

El Espíritu de Jesús 547
Cuando Pablo asocia estas dos corrientes, resulta el desafío
del evangelio. Porque éste enfrenta al hombre (también al cristiano)
con una elección: puede escoger cómo morir (no si morir
o no; en eso no cabe elección, pues morirá lo quiera o no). Por
una parte, puede ser que elija vivir únicamente al nivel de la
carne (una vida de autoconfirrnación y autocomplacencia), en cuyo
caso cuando la muerte lo coja entre sus garras, significará su
destrucción, pues como hombre de carne muere la muerte de la
carne, y es la muerte la que tiene la última palabra (Rm 8, 6. 13;
Ca 6, 8). Pero también puede ser que escoja el identificarse con
Cristo, el abrirse al poder del Cristo resucitado. Y esto significa
dos ocsas: 1) experimenta el poder del Espíritu como el poder
de vida por encima de la muerte; poder que es, por consiguiente,
un poder ajeno, porque viene de allende la muerte y porque se
opone a la vida según el modelo de este mundo 178; un poder que
es superior a las fuerzas de la corrupción y de la muerte, no en
el sentido de que las detiene, sino en cuanto que permanece a
través de ellas. 2) Experimenta el poder del Espíritu en cuanto
es poder de vida a partir de la muerte; poder que lo configura
tanto en su morir como en su vivir; poder que lo capacita para
matar las actitudes y deseos de vida en este mundo; poder para
crucificarse a sí mismo en la carne (Rm 8, 3; Ca 5, 24), incluso
mientras se encuentra viviendo «en la carne». En esta experiencia
compleja de vida experimentada como don de allendidad, y como
expriencia de muerte como resultado de su propia debilidad física
y moral, como resultado de los sufrimientos que le causan otros
y que él mismo se inflige, en toda esa experiencia, repito, Pablo
ve al Espíritu de Cristo crucificado y resucitado, reconociendo que
la imagen de este Cristo va tomando forma en él 179. Es esta
experiencia la que le da la certeza de que no está sencillamente
muriendo su propia muerte con ninguna perspectiva de futuro,
sino que tiene conciencia de que el morir que está padeciendo es
el morir de Cristo, o, al menos, el mismo que Cristo sufrió, de
modo que más allá de ese morir se encuentra la resurrección de
Cristo, la plena filiación de hijo. Y cuando la muerte haya realizado
su obra y el cuerpo de muerte esté muerto, será cuando el
poder del Espíritu penetrará de vida a la totalidad del hombre,
consiguiendo el cuerpo espiritual.
178. Cf. G. Vos, Eschatology and tbe Spirit, 234 s.
179. Cf. E. KAMLAII, Wie beurteilt Paulus sein Leiden?, ZNW 54
(1963) 232.