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JESUS y EL ESPIRITU

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268 Jesús y el Espíritu<br />

la enfermedad o de la invalidez. Incluso podemos reconocer los<br />

dos factores más importantes en esas curaciones. Primero, el uso<br />

del nombre de Jesús, cuya importancia se enfatiza repetidamente<br />

en la primera curación, y sus consecuencias inmediatas (3, 6. 16;<br />

4, 7. 10. 12. 30; también 16, 18; d. 19, 13). El «nombre» en<br />

el pensamiento antiguo era asociado mucho más cercanamente que<br />

lo que sucede hoy con su portador; el nombre le representaba,<br />

expresaba su naturaleza e influía realmente 32. Podemos comprender<br />

esto hasta un cierto punto, pues conocemos bastante bien<br />

el poder emotivo de ciertos nombres (v. gr., Hitler, Churchill,<br />

Franco, Che Guevara). Lo mismo sucedía en el mundo antiguo,<br />

aunque mucho más acentuado 33. Así, pronunciar el nombre de<br />

Jesús implicaba invocar su presencia, su poder y actualizar su<br />

confianza representada por la eficacia de su misión y autoridad 34.<br />

Cuando los creyentes más antiguos pronunciaban el nombre de<br />

Jesús sobre alguno que estaba enfermo, creían que Jesús mismo<br />

realizaba la curación a través de ellos 35.<br />

Aquí tenemos, con todo, una diferencia llamativa entre ministerio<br />

de curación de Jesús y entre los 12..rimeros cristianos. Mientras<br />

Jesús curaba por su propio derecho, debido al inmediato<br />

poder y autoridad de Dios (d. Hch 2, 22; 10. 38; d. § 12,4),<br />

sus discípulos curaban en el nombre de Jesús. Parece que, desde<br />

el principio, reconocieron que su poder de curar era algo dependiente<br />

de Jesús y derivado de él (cf. Le 10, 17). Mientras que<br />

él había sido el representante directo de Dios en su ministerio<br />

de curación, ellos se consideraban a sí mismos, primeramente,<br />

como representantes de Jesús. Ellos curaban con el mismo poder;<br />

pero ahora ese poder estaba unido al nombre de Jesús.<br />

El segundo elemento hace alusión al uso de la mano(s) del<br />

«sanador», en relación con la curación (5, 12; 9, 12. 17; 14<br />

3; 19, 11; 28, 8; d. 3,7; 9,41). El uso de la mano en tales<br />

circunstancias es muy normal; pero también fue considerado,<br />

probablemente, como un acto proféticamente simbólico: la mano<br />

del «sanador» representando la mano del Señor (Dios), que era<br />

32. H. BIETENHARD, TDNT 5, 243. 253 ss.<br />

33. Cf. W. HEITMÜLLER, 1m Namen [esu, Gottingen 1903, segunda<br />

parte. especialmente 232-43.<br />

34. La equivalencia entre el nombre de Jesús y Jesús mismo se ve<br />

clara por casos como estos: 9, 14. 16; 15, 26; 19, 17; 26, 9; cf., en<br />

especial: 8, 12 y 8, 35; 4, 10 con 9, 34.<br />

35. H. Bietenhard 277.

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