JESUS y EL ESPIRITU

El cuerpo de Cristo 441
remontar a un encuentro con Jesús resucitado 14. A ello se debe
quizás también el que Pablo dudara en reconocer a Santiago
como apóstol, puesto que hablando con propiedad no era ni
misionero ni fundador de nuevas iglesias 75. Así se explica también
que a Pablo no se le ocurriera siquiera la cuestión de si
habría otros apóstoles en el futuro o sucesores de esos apóstoles
originarios. Para Pablo, casi por definición, era imposible que
llegara a haber sucesores de los apóstoles escatolágicos, puesto
que su actividad se extendía en el tiempo que mediaba entre la
resurrección y la parusía; esos apóstoles eran los últimos antes de
que llegara el final (l CA 4, 9) 76.
Pocas dudas pueden caber de que el vocablo «apóstoles» en
1 Ca 12, 28 significa apóstoles en el segundo sentido 77. Recordemos
otra vez que Pablo está hablando de la Iglesia local, la
de Corinto en este caso. Esto no quiere decir que cada Iglesia
local produjera sus propios apóstoles para ejercer la autoridad
dentro de la comunidad (Pablo jamás emplea el vocablo «apóstol»
en este sentido). Ni tampoco puede decirse que «apóstol»
en 1 Ca 12, 28 se refiera a «todos los apóstoles» de 1 Ca 15,7.
Pablo se refiere más bien a los apóstoles concretos que fundaron
la Iglesia de la que trata. El fundador de una nueva comunidad
seguía teniendo autoridad dentro de esa comunidad. Dicho en
otros términos: el apóstol ejercía autoridad dentro de una comunidad
no como un "apóstol de la Iglesia unioersal", sino como
fundador de esa comunidad; su autoridad como apóstol en una
Iglesia brotaba de su obra en haber alumbrado a esa Iglesia. En
este sentido leemos en 1 Ca 4, 15: «Porque aunque tengáis diez
mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien
os engendró en Cristo por el evangelio fui yo». Y en 1 Ca 9, 2
se dice: «Si para otros no soy apóstol, a lo menos para vosotros
74. Pablo no reconoce otros modos de llamamiento para ser apóstoles;
véase antes § 18-20 y lo que se dirá sobre 2 Co 10-13; contra R.
SCIINACKENBURG, Apostles, seguido por K. KERTELGE, Gemeinde, 90 (véase
antes cap. 5 nota 37); sin razón alguna ambos llaman apóstol a Timoteo
(R. SCHNACKENBURG, 290. 295; K. KERTELGE. 83 s. 95).
75. W. SCHMITHALS, Apostle, 64 s.; d. Lindsay, 81; R. SCHNACKEN­
BURG, Apostles, 290 s.
76. H. CONZELMANN, 1 Kor 108.
77. Véase también]. HAINZ, 85 s. Contra]' BROSCH, 44. 101 ss., quien
arbitrariamente distingue entre el apóstol «carismático» y el apóstol «en
el sentido más elevado del término», idea que con razón rechaza K.
KERTELGE, Gemeinde, 111 nota 60.